Page 28 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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adicta a la Madre Patria, o sea a Inglaterra, se reunieron para celebrar una fiesta en casa de un
                  impresor llamado Benjamín Edes. Como casi todos los reunidos eran comerciantes, se habló de
                  comercio. Lógico. Y se habló de impuestos. De los impuestos excesivos, y, sobre todo, del
                  impuesto sobre el té que les acababa de anunciar el gobernador de la colonia, de orden de Su
                  Majestad, Jorge III. Sabido es que, a menudo, una discusión es una válvula de escape a tensiones
                  y malos humores. Pero cuando no hay discusión, cuando todos los reunidos están de acuerdo
                  contra algo o alguien, entonces se impone buscar -y encontrar- un chivo expiatorio.    Algo o alguien
                  sobre quien descargar el mal humor colectivo. Esto les sucedió a los contertulios de Benjamin
                  Edes, quienes, hallándose en diversos estados de ebriedad, se dirigieron al Muelle de Griffin,
                  donde estaban anclados los barcos cargados con el té -impuesto en especies- destinado a
                  Inglaterra. Durante tres horas se arrojaron las cajas de té al agua..

                  El gobernador se lo tomó muy mal, y exigió que volviesen a llenarse los barcos con té y que los
                  beodos se excusaran. Al negarse estos a lo uno y a lo otro, les impuso una multa. Se negaron a
                  pagarla.    Al resistirse a la autoridad que iba a detenerles por rebeldes, se dispararon los primeros
                  tiros.                        La Guerra de la Independencia Norteamericana había empezado (34).


                  También en la gran democracia francesa, y concretamente, en la efemérides que se conmemora el
                  14 de julio, juega un papel preponderante el alcohol.
                  El 14 de Julio se celebra, en Francia la Fiesta Nacional. La Toma de la Bastilla. Se pretende que
                  en tal fecha, en 1 779, el pueblo se levantó contra la opresión y tomo , tras ardua lucha, la fortaleza
                  de la Bastilla, donde el régimen monárquico mantenía arbitrariamente detenidos a sus enemigos
                  políticos. Pero no fue el pueblo de París quien se levanto ese día. Todos los documentos históricos
                  y todos los historiadores dignos de ese nombre, sin excepción, demuestran que los revoltosos eran
                  la hez del populacho parisino, entre la que agentes provocadores a sueldo, unos de Inglaterra y
                  otros de los clubs y logias habían hecho correr el alcohol. Una turba de borrachos que se
                  presentaron, instigados por sus mentores, ante los muros de la bastilla y exigieron al gobernador
                  de la misma, De Launay, que se rindiera y libertara a los presos cuya custodia le había sido
                  encomendada. De Launay se negó y el populacho intentó un desorganizado ataque que fué
                  fácilmente rechazado por el batallón de Inválidos que guardaba la fortaleza (35). Esto hizo
                  reflexionar, o intentarlo, entre las brumas del alcohol- a los asaltantes. Se dirigieron nuevamente al
                  comandante de la fortaleza, para proponerle que les entregara a los presos. A cambio, le
                  prometían respetar su vida y la de sus hombres, que se podrían marchar tranquilamente a casa.
                  Así se evitaría un inútil derramamiento de sangre.    De Launay cedió, y lo pagó muy caro. Todos
                  los Inválidos fueron degollados, cortados a trozos y los restos paseados triunfalmente por las
                  turbas, por las calles de París. La cabeza de De Launay, pinchada en una pica, fue llevada a
                  Versalles y exhibida ante las ventanas de la Reina María Antonieta.

                  Los franceses airean sus banderas el 14 de julio. También lo hacen los militares y los funcionarios
                  de la administración penitenciaria, sin duda para celebrar la masacre de De Launay y sus Inválidos.
                  Pero esas banderas al viento no significan el fin de las detenciones arbitrarias. Tras la llamada
                  Liberación, en 1944-45, hubo en Francia más de medio millón de detenciones arbitrarias, puesto
                  que se basaban en decretos ex-post-facto. No significaban que los franceses sean libres de vivir
                  fuera de la ortodoxia. El sentido de esa fiesta nacional, ha dicho Cousteau, es el símbolo de una
                  opción, de una preferencia. No es por azar que el régimen republicano ha decidido reconocerse en
                  esa efemérides cuyas circunstancias concuerdan, todas maravillosamente, con su estilo de vida. El
                  14 de julio es el triunfo oficial de la impostura, de la mentira y de la ferocidad (36).

                  Pretende hoy, la Historia oficial, que los vencedores de la Bastilla fueron unos héroes. En realidad
                  la ciudadela capituló sin combate (De Launay había perdido la cabeza antes de que se la cortaran
                  escribió Rivarol ) y la gloria de los vencedores es tan ficticia como la de los sublevados parisinos de
                  1944 (cuando los alemanes ya se habían retirado). Se pretende que la caída de la Bastilla significó
                  el fin de las detenciones arbitrarias. Pues bien había en la Bastilla, el 14 de julio de 1789, ocho
                  detenidos. Dos locos en espera de ser transferidos al manicomio de Charenton. Dos falsificadores
                  de moneda. Tres ladrones. Y un sádico Donatien Alphonse François de Sade. Y la Revolución,
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