Page 29 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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inaugurada el 14 de julio fue causa de matanzas sin precedentes e hizo aherrojar en prisión a
centenares de miles de inocentes. Y no fue el pueblo en cuyo nombre tantos desmanes se
cometen, quién se levantó, sino la chusma borracha, según unanimidad de los historiadores
imparciales. Aunque luego, el día siguiente, el 15 de julio, los ex-combatientes de la Bastilla fueran
diez veces más numerosos que los que habían estado, en realidad, bajo los muros de la fortaleza.
Este fenómeno de multiplicación de los Liberadores debería repetirse en 1944. Y en esto están de
acuerdo todos los historiadores no franceses y unos cuantos franceses honestos.
El uso y abuso del alcohol no se circunscribe, solamente, a los acontecimientos en cuyo recuerdo
se han querido instituir las dos fiestas máximas, oficiales, de las grandes democracias francesa y
norteamericana. En la Historia de los pueblos, la plaga alcohólica ha dado pábulo y motivo a un
sin fín de episodios jocosos y dramáticos a la vez. Entresacaremos unos ejemplos que nos han
parecido significativos.
Andrew Johnson se presentó a las elecciones presidenciales norteamericanas en 1865, como
compañero de candidatura de Abraham Lincoln. Este optaba a la presidencia, Johnson,
naturalmente, a la Vice-Presidencia. Johnson llevó a cabo una campaña electoral tremendamente
activa. Quedó totalmente exhausto y contrajo, incluso, la malaria. Cuando el 4 de Marzo de 1865
se levantó de la cama, apenas podía tenerse en pié. Ese día era, oficialmente, nombrado
Vice-Presidente de los Estados Unidos. Para fortificarse, tomó, a guisa de medicina, un vaso de
whisky, que le sentó pésimamente, debido a su débil condición. Llegó al Congreso con más de
media hora de retraso. Antes de subir al estrado resbaló dos veces y fue prácticamente puesto en
pié por dos preocupados ayudantes. Una vez instalado, se le cayeron las cuartillas en las que
llevaba escrito el discurso que pensaba endilgarles a los padres de la patria. Sus ayudantes las
recogieron y se las dieron, y pudo empezar el discurso. Johnson empezó a leer con voz pastosa y
se interrumpió para limpiarse las gafas. Se las caló sobre su nariz y volvió a empezar de nuevo.
Pero, aparentemente continuaba sin ver bien el texto. De manera que dos funcionarios
rápidamente le arrebataron las cuartillas y pusieron en sus manos un papel con el texto del
juramento al cargo. Como Johnson farfullaba y se comía sílabas y palabras enteras, y repetía
líneas que ya había leído, la ceremonia del juramento, que normalmente se desarrolla en unos
cincuenta segundos, tardó algo más de seis minutos. Tras lo cual, el nuevo Vice-Presidente se
embarcó en otro no-programado turno de embriagada oratoria, hasta que el juez que le tomó el
juramento, caritativamente, le interrumpió iniciando una salva de aplausos que fueron
arrolladoramente secundados por los miembros del divertido Congreso (37).
Este tragicómico episodio no dañó, en absoluto, la carrera de Andrew Johnson que, a la muerte de
Lincoln, se convirtió en el decimoséptimo Presidente de los Estados Unidos. Ni el espectáculo de
su juramento como Vice-Presidente, ni el hecho de dejar en la estacada a sus compatriotas
sudistas (Johnson era partidario del mantenimiento de la esclavitud y bajo ese lema logró los
decisivos votos del Sur) y actuar, una vez elegido, de una forma totalmente diferente a lo que había
prometido a sus electores, impidieron que siguiera gozando de la confianza de sus conciudadanos,
y escalara la magistratura del Estado.
Bien es verdad que el asesinato de Lincoln, al que debió su anticipado ascenso a la Presidencia
está, por así decirlo, todo él impregnado en alcohol.
Ya hemos escrito, en otro lugar (38) que el asesinato de Abraham Lincoln fue cuidadosamente
programado por poderes fácticos a quienes estorbaban los planes monetarios del Presidente.
Pero, tras una planificación técnicamente perfecta, los errores humanos debidos al alcoholismo, no
sólo estuvieron a punto de malograr la trama, sino que permitieron que trascendieran las
motivaciones de la misma.
El 14 de abril de 1865, el actor John Wilkes Booth empezó a tomar unas copas de whisky, a las
tres de la tarde, en el bar de la Kirkwood House, de Washington. A las cuatro, llegó al salón de
Deery y pidió una botella de brandy. Dos horas más tarde se le pudo ver bebiendo whisky en el