Page 20 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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estrecho puente colgante sometido al fuego de los fusilemos sudistas. Sólo después de su derrota
se enteró de que el río tenía una profundidad máxima de un metro y de que podía haberlo cruzado,
con sus tropas, sin peligro alguno, por cualquier punto.
Dos años más tarde, en el sitio de Petersburg, concibió la idea de excavar una mina bajo las
trincheras enemigas y luego ordenó dinamitarla. Se produjo un enorme cráter, por el que hizo
avanzar a sus tropas, las cuales, al cabo de unos minutos, se encontraron en un pozo de unos tres
metros de profundidad, detrás de las líneas enemigas, y fueron tiroteadas a mansalva por el
enemigo. Al oír hablar de esta sorprendente maniobra, parece ser que el Presidente Lincoln no
pudo contenerse y tuvo un pequeño ataque de nervios y, al calmarse, exclamó Sólo Burnside era
capaz de transformar una victoria cierta en una derrota espectacular. (17).
Pero si Santa Ana y Burnside descendieron a gatas la fosa de Babel y sus nombres quedaron
registrados para siempre en la antología de los guerreros tragicómicos, el nombre del jefe militar
supremo que mandaba las tropas de Lampedusa, Pantellaria y Linosa ha quedado en un
inmerecido anonimato. Todas nuestras pesquisas para enterarnos de su identidad han resultados
vanas.
En la imposibilidad de referirnos al héroe, nos referiremos a su gesta. Según el Duce, Pantellaria
era el rompeolas de Sicilia y el portaaviones de Italia. No se trataba, pues, de una improvisada
fortaleza, sino de un jalón defensivo perfectamente preparado como elemento integrante del gran
sistema aeronaval italiano Cerdeña, Sicilia, Pantellaria, Bríndisi, Corfú y el Dodecaneso (18).
Quince mil soldados italianos, armados hasta los dientes, esperaban el intento de desembarco
angloamericano, precursor del ataque a Sicilia y al Continente. El ataque a Pantellaria se produjo
el 1 de junio de 1944. El diario italiano Il Tevere reprodujo el texto de la declaración hecha por la
radio británica sobre la batalla
La ocupación de Pantellaria ha sido, desde el punto de vista militar, una opereta. La fortaleza, con
quince mil hombres, que tenían sobre sus cabezas enormes moles de rocas, se rindió sin disparar
un sólo tiro. La única herida que sufrieron los aliados la propinó la boca de un asno que mordió a
un soldado inglés. La capitulación de Lampedusa ha sido, también, muy divertida la guarnición se
rindió a un sargento británico que se vió obligado a aterrizar sobre la isla a consecuencia de una
avería en el motor. Linosa capituló, sin haber sido bombardeaba, a un cazatorpedero británico que
pasaba por allí y que fué atraído a la isla por las vehementes señales que se le hicieron para
mostrarle la bandera blanca de la capitulación. Así cayeron en manos aliadas las tres islas
superfortificadas del estrecho de Sicilia (19).
Si, repetimos, no hemos podido saber el nombre del jefe militar supremo que mandaba las tropas
italianas en las islas del Estrecho, sí, en cambio, hemos logrado hacer salir de su recatada
modestia al almirante Pavezzi, que mandaba las tropas navales de Pantellaria. Pavezzi, anciano
caballero de setenta años cumplidos, acababa de contraer matrimonio con una joven de apenas
veinticinco. La luna de miel de la feliz pareja coincidió con el ataque anglosajón a la isla. Pavezzi
prefirió rendirse que interrumpir su felicidad con los cuidados de la guerra (21).
Debemos dar un salto atrás, en el tiempo, y remontarnos a. la Primera Guerra Mundial, para
referirnos al fiasco de Gallípoli, y a su nada brillante (en la ocasión) ingeniero el entonces Primer
Lord del Almirantazgo, Winston Churchill. A pesar de la oposición de todo el Gabinete de, Guerra
británico, Churchill, hombre tan terco como influyente logró llevar adelante su proyecto de ataque a
los Dardanelos, en abril de 1915, con objeto de capturar Constantinopla y asestar, así, un golpe
mortal al Imperio Otomano, aliado de Alemania y Austria-Hungría. El Almirante Sir Barry Domvile
auguró que el plan sería un fracaso total, pues no se podía meter a buques de gran calado,
necesarios para tal operación, en el angosto estrecho de los Dardanelos, exponiéndolos al fuego
de la artillería costera turca. La respuesta de Churchill, futuro campeón de los demócratas
británicos, no se hizo esperar el Almirante Domvile fue arrestado (2l).
Luego, naturalmente, el resultado superó las previsiones de los más pesimistas. Los soldados
ingleses y franceses que fueron desembarcados en la península de Gallípoli, nunca pudieron