Page 65 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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van a ir de vacaciones los obreros de tal empresa, no los obreros. Es el Estado quien decide todo.
                  Cierto, en Suecia, como en todas partes, tienen derecho a voto. Bien., ¿Y qué    La gente sólo
                  puede votar a los partidos homologados por el Sistema, que se turnan en el poder.
                     Las gentes se llenan la boca con su derecho al voto. Ciertamente, tienen derecho a depositar un
                  pedacito de papel, con un nombre, en una urna. Luego se procede a un recuento, y ya está.    El
                  poder del ciudadano se ha acabado ahí, tras durar los segundos necesarios en depositar el
                  papelito en la urna. El ciudadano, o mejor el conjunto de ciudadanos, votará de acuerdo con lo que
                  le diga la propaganda electoral, y nada más. Nada más porque la complejidad de la vida moderna,
                  que el Estado le complica para que no tenga tiempo de pensar en nada más que en lo fisiológico,
                  boulot, dodo, caca, boulot, dodo, caca, etc. (trabajo, dormir, caca, en la versión española del dicho
                  francés), no le permite dedicar apenas tiempo a informarse de lo que sucede a su alrededor. Y si
                  arranca tiempo al tiempo y se informa, las fuentes informativas están emponzoñadas, porque la
                  prensa independiente, auténticamente independiente, no existe.


                     Sí, es cierto, al hombre de la calle le pregunta el Estado un sinfín de cosas, Cosas de las que no
                  tiene ni la más remota idea, o bien cosas triviales, sin importancia. Le pregunta si quiere que su
                  país entre en la O.T.A.N. (cuando no hay ni tres ciudadanos en cada cien que sepan exactamente
                  qué es esto) o si prefiere, como alcalde de una ciudad de tres millones de habitantes, a Gómez o a
                  Pérez, que no tiene el gusto de conocer. Pero, en cambio, no le pregunta las cosas importantes,
                  las que le conciernen a él, a su bolsillo y a su espíritu, a su cuerpo y a su alma.    No le pregunta si
                  está o no está de acuerdo en ir al servicio militar, en saltar en paracaídas o en servir de
                  machacante a un ignorante chusquero; no le pregunta si está o no está de acuerdo en ir a la
                  guerra, a morir por los poldevos, por los monomotapos o por los kamchatkianos, o para imponer el
                  sufragio universal en Ruanda-Urundi. No le pregunta si quiere o no quiere pagar impuestos, y más
                  impuestos y más impuestos. No le pregunta si está de acuerdo en que mientras se limita la subida
                  de salarios a obreros y empleados en un quince por ciento como máximo -tras haberles aligerado
                  de un ocho con una devaluación- en cambio los bonzos estatales, los diputados, se suben a sí
                  mismos su salario en un cien por cien, y, para inri supremo, libre de impuestos, que son buenos
                  para los demás, pero no para ellos, que se sacrifican bastante en aras del bien de la patria.
                  ¡Jesucristo bendito! ¡Cuánta jeta!

                     Al pobre Juan Pueblo no se le pregunta nada.    Sólo se le crea el reflejo condicionado, a base
                  de la bien conocida técnica publicitaria de las repeticiones, de que él es el soberano. El hecho de
                  que tal creencia le resulte agradable le ayuda a tragarse la descomunal trola. Y no se apercibe de
                  que cuanto menos dinero tiene, cuanto más se lo quitan con impuestos, cuanto más se lo roban
                  con devaluaciones, con altas desconsideradas de precios y, sobre todo, cuanto más se lo
                  controlan, menos poder tiene.    Por mucho que le hablen de Libertad, el que nada tiene, no es libre.

                  En todo caso, en España, concretamente, cada vez tiene menos El ex rector de la Universidad de
                  Barcelona, D. Fabián Estapé ha dicho, recientemente una frase que, creemos, se pasa de
                  comentarios
                  Si el Estado fuera una empresa como las demás, estaría absolutamente quebrada, Tal vez un
                  buen abogado conseguiría hacerlo pasar por una suspensión de pagos.    Hemos entrado en la
                  categoría de insolvencia limitada. El endeudamiento de la cuenta del Tesoro con el Banco de
                  España excede de dos billones de pesetas. Desde hace un tiempo se ha perdido todo el control del
                  presupuesto público. Cuando entró Tejero en el Congreso, el Tesoro ya debía al Banco de España
                  un billón de pesetas. Es admirable que Calvo Sotelo haya conseguido desde el día del tricornio
                  doblar la deuda.    Esto es meter la mano en el cajón del pan de todos.
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