Page 69 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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documentos altamente comprometedores que incriminaban a varios ministros franceses y al propio
Presidente de la República, Valéry Giscard d'Estaing. Dichos documentos son unas órdenes
firmadas por el Emperador Bokassa, para que se hicieran llegar a Giscard d'Estaing, diamantes
valorados en un millón de francos franceses. Esto fue descubierto por varios periódicos galos, Le
Canard Enchainé, en primer lugar, y luego Le Monde. Además, se demostraba que habían habido
otros beneficiarios de las larguezas del Emperador en primer lugar miembros de la familia del
Presidente de la República, sus primos hermanos François y Jacques Giscard d'Estaing, su
hermano Olivier y luego dos ministros, el de la Cooperación, Robert Galley, y el de la Defensa,
Yvon Bourges, así como René Journiac, consejero técnico de la Presidencia para los Asuntos
Africanos. El artículo de Le Monde es demoledor. Se evocan los intereses inmensos de los Giscard
d'Estaing en el Continente Negro y sus inversiones en la República Centroafricana. Y se recuerda
que Giscard d'Estaing ayudó constantemente a Bokassa y le hizo conceder unos empréstitos, sin
precedentes, contrarios incluso al sentimiento de sus ministros. El día siguiente, Le Monde vuelve
a la carga. Giscard d'Estaing recibió, por lo menos, otro principesco regalo en 1973, cuando
todavía no era Presidente, pero sí Ministro de Finanzas con Pompidou. Como Ministro de
Finanzas, era el patrón máximo de las Aduanas Francesas. A su regreso, tenía la obligación de
declarar los diamantes, precisar su valor o hacerlos tasar por un experto, y pagar los derechos
arancelarios. Como decía Le Canard Enchainé Si el Señor Giscard d'Estaing omitió esas
formalidades, Francia tiene hoy, como Presidente, un traficante de diamantes.
Pero parece que el asunto era mucho más grave que una simple omisión aduanera. El apoyo de
Francia a la República Centroafricana fue, durante muchos años, tan decisivo como inexplicable.
Sólo cuando Bokassa se tomó demasiado en serio a sí mismo e infringió la regla no escrita -pero
inflexible- de los circuitos diamantíferos, debió Giscard d'Estaing mandar a sus comandos para
liquidar el régimen de aquél. Bokassa debía ser capturado por los comandos, pero logró escapar,
sorprendentemente, a Abidjan. Posteriormente saldrían a la luz muchos más regalos de Bokassa,
elevándose, según expertos, a unos diez millones de francos.
En tiempo de la presidencia de Giscard d'Estaing, por otra parte, hubo otros numerosos
escándalos. Por ejemplo, el asesinato del Príncipe Jean De Broglie, cinco veces ministro con De
Gaulle, Pompidou y Giscard d'Estaing, mezclado en negocios sucios y en quien confiaban, según
parece, los dirigentes del holding español Matesa para obtener 20 millones de dólares precisos
para salvar su negocio de maquinaria textil (119). Parece ser que De' Broglie, Ministro de Asuntos
Sociales, se suicido cuando se montó contra él una tremenda campaña de prensa, acusándole de
prevaricación. Joseph Fontanet, Ministro de Sanidad, era asesinado cuando corrían rumores
insistentes de que se había embarcado en negocios dudosos, que habían salido mal, con el
financiero Théo Braun. Jacques Médecin, viejo político derechista, alcalde de Niza, resultó
igualmente complicado en un asunto de juego clandestino. Podríamos mencionar muchísimos más
casos, pero creemos que como pequeño muestrario significativo, en Francia, ya basta.
Reciente es también el caso del Príncipe Bernardo de Holanda, aceptando comisiones de la
compañía multinacional Lockheed, Reciente y curioso, Más que curioso, raro. Muy raro que a un
personaje de la importancia política del Príncipe Consorte de los Países Bajos, Bilderberger de la
primera hora, le pase lo que le pasó. Es decir, que se descubra y se le dé publicidad al asunto.
¿Qué sucedió ¿Qué error, qué indiscreción, que tontería cometió el Príncipe para que saliera a la
luz el asunto de las comisiones bajo mano No lo sabemos, y tal vez no se sepa nunca. Pero lo
que parece evidente es que, a parte del Príncipe Bernardo, muchos otros personajes debieron
palpar tales comisiones, y se mantuvo secreto.
Donde guardan los secretos bajo llave es en Inglaterra, a menos de que los políticos ingleses sean
los más honrados de todos. Es posible. Aunque extraño, pues una nación como la inglesa, que
inventó la piratería oficial, retribuida y ennoblecida, parece tener escasos escándalos entre los
servidores del pueblo soberano. Recordemos, simplemente, que fue la Reina Isabel I la que puso
en práctica el sistema del fifty - fifty (cincuenta - cincuenta, o mitad - mitad), según el cual los
piratas británicos sólo podrían atacar a buques extranjeros, y aún de determinados pabellones. El
botín sería repartido a partes iguales entre la Corona Británica y los piratas. Si infringían la regla y
atacaban a un barco inglés, o de pabellón protegido eventualmente por Inglaterra, o se