Page 74 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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desembocar, lo repetimos, en el Marxismo, los pobres se convierten en más pobres, los ricos se
empobrecen y los funcionarios y la clase política se pavonean. La oligarquía que sirve a los
Poderes Fácticos es de más en más próspera y de más en más poderosa. Es a ella a quien los
marxistas han prometido el cambio.
Para esto han servido las ideologías. Para imponer la dictadura combatiendo al Trabajo y
halagando a los trabajadores. Antes, las ideologías estaban al servicio de las naciones y, con
ciertas restricciones mentales y reservas, hasta se creía -al menos, algo- en ellas. Hoy están al
servicio del Gran Parásito, de unos Poderes Fácticos, que las utilizan para dominar a los pueblos,
narcotizándoles con el embrujo de bellas palabras. Y los que las utilizan con tan singular provecho,
por supuesto no creen en ellas. ¡Pobre Maquiavelo, el incomprendido! El preconizaba la astucia,
el fingimiento y el engaño, en Política, para vencer al Enemigo. Nuestros domésticos maquiavelos
de via estrecha engañan y fingen astutamente servir a sus pueblos, para servirse de ellos. Es así.
Y VA DE RECORDS...
Debido tal vez al espíritu agónico típicamente americano que se ha ido imponiendo en nuestra vida
cotidiana, la obsesión por los récords se ha convertido en parte irreversible de ella. Como sea que
en el epígrafe anterior, sin quererlo, hemos debido fruncir el ceño, nos proponemos volver al
talante que hemos querido imprimir a este libro con el relato de unos cuantos récords que nos han
parecido pintorescos. Y para enlazar en cierto modo con el epígrafe precedente, dedicado a las
ideas y a su manipulación, empezaremos con el que, a nuestro juicio, constituye el récord mundial
de las hazañas diplomáticas históricas la creación del Estado de Mosquito.
A mediados del siglo XIX, una compañía privada, respaldada simultáneamente por los gobiernos
norteamericano y francés, se propuso construir, en Nicaragua, un canal que pusiera en
comunicación los océanos Atlántico y Pacífico. Inglaterra se propuso controlarlo, siempre fiel a su
genial política naval, que le dictaba poseer puntos de apoyo en los pasos marítimos de importancia
estratégica, o lo más cerca posible de ellos. Así que un buen día el embajador británico en
Nicaragua se presentó ante el presidente de aquella pequeña república y le informó de que el
gobierno británico estaba muy preocupado por el estado de abandono en que se hallaban los
indios Mosquitos que, en número de unos tres mil quinientos habitaban la costa atlántica de
Nicaragua en los alrededores del puerto de Juan del Norte. Los Mosquitos tenían derecho a
constituirse en estado independiente y soberano, le dijo muy seriamente el embajador británico al
presidente nicaragüense. El Estado Mosquito fue proclamado en 1841, y Juan del Norte cambió su
nombre por el de Greytown. Los nicaragüenses iniciaron un simulacro de reconquista de su costa
atlántica pero Inglaterra mandó a un par de cañoneras y las hostilidades no llegaron a romperse.
Desde 1841 hasta 1860, el Estado Mosquito fue independiente, bajo protección inglesa. Cuando el
proyecto del Canal de Nicaragua fue abandonado, Inglaterra se olvidó de los Mosquitos y
Nicaragua recuperó el territorio sin que aquélla protestara en absoluto.
Inglaterra ha sido maestra en la creación de estados ficticios. Cuando en el Congreso de Viena se
instauró un nuevo orden político en Europa, Inglaterra quiso asegurarse una zona de influencia en
el Adriático, sin anexionarse ningún territorio formalmente. Así fue inventado el llamado Estado
Libre de las Islas Jónicas que, como simulacro de país libre existió bajo protectorado británico
hasta 1863 en que Inglaterra se lo vendió prácticamente a Grecia a cambio de la alianza de ésta
contra los turcos, entonces enemigos de, Inglaterra por razones geopolíticas. Con todo, creemos
que el récord de las hazañas diplomáticas históricas lo constituye la creación del Estado Mosquito,