Page 75 - Bochaca Oriol, Joaquín Democracia show
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quedando el Estado Libre de las Islas Jónicas en un discreto segundo lugar.
En parecido orden de ideas se hallan los estados cuña. Es un hecho histórico que, desde tiempo
inmemorial, dos estados enemigos hayan disminuido el peligro de guerra creando entre ellos una
zona deshabitada y neutral, de extensión a veces considerable. En nuestra época, con el aumento
de la densidad de población que obliga a aprovechar toda parcela de tierra cultivable y todo salto
de agua ya no es posible la existencia de franjas fronterizas artificialmente desiertas. Para obviar
este inconveniente la diplomacia de las grandes potencias ha introducido en la práctica los
llamados estados cuña, forma particular de los estados constituidos o sostenidos artificialmente.
Tales estados son pequeñas formaciones situadas entre las fronteras o las zonas de influencia de
las grandes naciones. No pueden mantener su independencia política por el peso de su propia
fuerza, pero la rivalidad de sus poderosos vecinos es para ellos un seguro de vida relativamente
fiable El récord mundial de los estados cuña es, creemos, Bélgica, creada políticamente en 1839
por no ser ya posible conciliar pacíficamente los intereses antagónicos de los estados vecinos
Francia, Prusia, Holanda y, sobre todo, Inglaterra. La causa principal de la invención de Bélgica fue
el deseo inglés de que no cayera en manos de Francia el importante puerto de Amberes. Al
mismo tiempo, tampoco le interesaba a Inglaterra que Prusia se asomara al Canal de la Mancha, ni
que Holanda fuera demasiado fuerte. A Inglaterra le interesaba que en el Canal -que en las Islas
Británicas llaman English Channel, o Canal Inglés- no se instalara ninguna gran potencia, si no a
ser posible dos potencias de segundo orden. Así se parió Bélgica, uniendo a la comunidad
flamenca, que fue separada de Holanda, con la comunidad valona, a su vez separada de Francia,
mientras al mismo tiempo se creaba el estadito de Luxemburgo. Inglaterra hizo garantizar la
neutralidad de Bélgica, pero tal neutralidad fue unilateral, ya que cuando a Inglaterra le convino,
Bélgica firmó convenios militares con Francia e Inglaterra contra Alemania, ya desde 1906, y a
pesar de que el primer rey de ese estado creado ex nihilo por la sabia diplomacia inglesa fue
Leopoldo de Sajonia-Coburgo, un príncipe alemán.
Si abandonamos el terreno de la Historia para adentramos en el de las historias, también ahí
encontraremos campo abonado para descubrir pintorescos récords. Por ejemplo, el del peor duelo
que se conoce. En Diciembre de 1971, el Mariscal Mendoza le llamó socialista al General
Bustamante. Ambos miles gloriosus pertenecían al Ejército Uruguayo. El insulto -o lo que el
General Bustamante consideró tal-, debía ser lavado en el campo del honor. Un duelo a pistola,
que tuvo lugar en un parque público de Montevideo, en plena madrugada, con asistencia de los
padrinos y del perro de uno de los duelistas. Los dos guerreros se dispararon treinta y siete veces,
desde una distancia de veinticinco pasos. Ninguno de los dos fue herido Para ser exactos, ninguno
fue herido por bala. Uno de los dos fue mordido por su perro que debió perder la razón ante el
espectáculo. Explicando este sorprendente alto nivel de ineficiencia, el padrino del Mariscal dijo
que ambos tiradores olvidaron calarse las gafas antes de iniciar el duelo (123).
El récord del arma más inútil lo ostenta, sin duda, la granada de mano núm. 74 S.T. inglesa,
conocida afectuosamente, en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial como la bomba
pegadiza. La gracia de tal bomba consistía en que llevaba una substancia adhesiva que permitía
engancharla en la superficie de un tanque enemigo causando entonces muchos más desperfecto
que si se enviaba por el sistema clásico, arrojándola al aire. Lo que sucedía es que la bomba
pegadiza se enganchaba, también, en las manos del soldado que la manipulaba, lo que ocurría
muy frecuentemente. Si tal sucedía, el soldado tenía exactamente cinco segundos para
deshacerse del peligroso artefacto; si lo conseguía debía arrojar el artefacto, que pesaba unos tres
kilos lo suficientemente lejos como para asegurar su propia continuidad en este valle de lágrimas.
Fue el arma más impopular que se pidió al soldado británico que usara y, pese a la tradicional
tozudez inglesa, fue abandonada en 1944 (124).
El récord mundial del peor experto en armas, en cambio, cabe atribuírselo a un alemán,
también en el curso de la última guerra mundial. Desgraciadamente, no ha quedado constancia
del nombre del quidam, que merecía pasar a la Historia. Cuando las tropas alemanas ocuparon el
arsenal de Brest en 1940, capturaron un nuevo cañón pesado francés, secreto el Richelieu de 15