Page 145 - Pacto de silencio
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vicepresidente de la asociación de afectados de Fuenlabrada FUENTOX, María del
           Pilar Pans González, de hecho bebió el aceite declarado tóxico para demostrar que
           precisamente no contiene tóxico alguno, y está dispuesta junto a otros afectados a
           tomar el aceite ante quien sea para demostrar su nula toxicidad. Igual ofrecimiento

           hizo el industrial acusado Enric Salomó —que también ingirió ya el aceite tóxico pata
           probar  su  inocuidad—,  al  pedirle  el  21  de  abril  de  1987  al  tribunal  que  lo  está
           juzgando, que le permitiera tomar el aceite —tal y como lo había pedido el letrado
           García  Pablos  al  Consejo  de  Ministros  a  guisa  de  cicuta  expurgatoria  para  los

           acusados—. Salomó pidió que le dejaran tomar ante las cámaras de televisión, con
           luz y con taquígrafos, aceite de colza desnaturalizado con anilina, del mismo que se
           distribuyó  durante  los  primeros  meses  de  1981:  «Estoy  muy  cansado  de  todo,  mi
           familia está sufriendo mucho y quiero terminar y que los afectados se curen. Yo y mis

           amigos queremos terminar con esto, delante de la televisión, hacer una prueba…».
           Preguntado por el letrado Fernando Salas si deseaba ingerir aceite de RAELCA, de su
           propia industria, o de RAPSA, respondió: «El que a usted le parezca. Controlado,
           para  que  no  vaya  a  tener  cianuro,  por  ejemplo,  ¡eh!  ¡Un  poco  de  responsabilidad,

           eh!». La petición fue denegada por el tribunal.
               El Dr. Manuel Evangelista Benítez, director del Programa Nacional de Atención y
           Seguimiento del Síndrome Tóxico, firmó el 11 de enero de 1982 un informe resumido
           de las actuaciones de dicho Programa Nacional, en el que puede leerse:


                 «La  investigación  básica,  toxicológica,  hasta  la  ficha,  en  el  aceite
                 presumiblemente responsable del síndrome tóxico, ha evidenciado la existencia
                 de anilinas, anilidas grasas, mezclas de aceites de semilla, colza, orujo y grasas
                 animales.

                 »Pequeñas  cantidades  de  nitrobenceno  y  otros  productos  secundarios  a
                 reacciones químicas de las anilinas; pequeñas cantidades de ácido erúcico, y en
                 algunas partidas cloro.
                 »La acción tóxica de estos productos está demostrada, pero por el momento no

                 se  les  puede  atribuir  la  total  responsabilidad  del  cuadro  clínico  de  los
                 pacientes.»


               Nadie tiene elementos que clara y decididamente acusen al aceite de colza de ser
           el producto causante de la epidemia. Y sin embargo nadie investiga a nivel oficial en
           otra dirección que no sea el aceite. ¿No constituye esto una gravísima negligencia?

           Máxime, cuando informe tras informe se lee y se relee una y otra vez que el aceite
           supuestamente tóxico una vez analizado, resulta ser inocuo.
               El  12  de  noviembre  de  1982,  el  Dr.  Frank  Cordle,  jefe  de  la  división  de
           Epidemiología  y  de  Toxicología  Clínica  de  la  Food  and  Drug  Administration

           norteamericana,  en  carta  que  le  envía  al  Dr.  Eduardo  Sanz  Ortega,  coordinador
           general  del  Plan  Nacional  para  el  Síndrome  Tóxico,  le  manifiesta:
           «Lamentablemente,  hemos  sido  incapaces  de  identificar  sustancia  alguna  en  las



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