Page 150 - Pacto de silencio
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LA INVESTIGACIÓN EPIDEMIOLÓGICA, INEXISTENTE Y
            TOTALMENTE FALSEADA







           Llegados a este punto, debemos detenernos un momento para repasar la situación.
           ¿Qué fundamentos reales hay para acusar al aceite de colza desnaturalizado de ser el
           causante del envenenamiento masivo de la primavera de 1981? Para serlo realmente,

           tiene que ser tóxico: acabamos de ver que no se ha detectado en él tóxico alguno.
           Desconociéndose  el  tóxico  —por  no  haberlo  hallado  en  el  aceite—  cabía  y  era
           obligada  la  bioexperimentación,  la  administración  de  aceite  de  las  partidas
           presuntamente tóxicas a diferentes especies de animales, para observar si los efectos

           causados por el aceite en ello coinciden con los efectos observados en los pacientes
           afectados por el síndrome tóxico. También aquí acabamos de ver que no se dio en
           absoluto  esta  concordancia  de  síntomas,  sino  todo  lo  contrario.  Tal  y  como  me
           comentaría el Dr. Martínez Ruiz, «normalmente un tóxico tan bestia ya deja seca a la

           primera especie con la que experimentas; aquí se ha probado con diferentes especies,
           y no pasa nada, no pasa absolutamente nada: engordan y además engordan porque es
           lógico, puesto que hay mucha caloría».
               De forma que ni la toxicología ni la bioexperimentación han podido demostrar

           que el aceite de colza desnaturalizado fuera efectivamente el causante del síndrome
           tóxico. En lo que a bioexperimentación se refiere, se ha evidenciado en todo caso
           exactamente todo lo contrario: recordemos que algunos afectados —entre ellos María
           del Pilar Pans— y el propio industrial catalán Enric Salomó se ofrecen a tomar aceite

           del  declarado  supuestamente  tóxico  por  la  Administración,  para  demostrar
           precisamente  que  no  es  tóxico  y  se  ofrecen  puesto  que  ellos,  a  nivel  personal,  ya
           hicieron  esta  prueba:  y  no  les  ha  pasado  absolutamente  nada.  Si  la
           bioexperimentación y la toxicología no han podido demostrar nada, solamente queda

           otra forma de comprobación (que de todas formas, en caso de resultar positiva, para
           quedar  confirmada  debería  ser  corroborada  por  la  toxicología  y  la
           bioexperimentación, cosa que en este caso ya no puede ser por lo que acabamos de
           decir), y que es la epidemiología: la investigación epidemiológica.

               Pero también la investigación epidemiológica resulta —tras un análisis atento e
           imparcial— absolutamente negativa. Si algo demuestra, es precisamente que el aceite
           no pudo ser nunca el causante de la tragedia. Recuérdese por ejemplo la curva de
           incidencia  de  la  enfermedad,  analizada  en  el  capítulo  «Nunca  pudo  haber  sido  el

           aceite»,  que  indicaba  que  la  tasa  de  aparición  de  nuevos  casos  de  afectados
           disminuyó espontánea y bruscamente mucho tiempo antes de que la gente se enterara
           de que el aceite podía ser el causante de la enfermedad. En lo que a las encuestas
           posteriores se refiere, cabe recordar también la circunstancia ya apuntada de que para

           que un enfermo del síndrome tóxico pudiera optar a la inclusión en el censo oficial de



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