Page 151 - Pacto de silencio
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afectados  por  esta  epidemia  —con  los  consiguientes  beneficios  a  los  que  podía
           acogerse  en  caso  de  ayudas  oficiales—,  debía  hacer  constar  que  sí  había  tomado
           aceite de colza desnaturalizado. En caso de no hacerlo constar así, no tenía derecho a

           ser  incluido  en  el  censo  oficial  de  afectados.  Y  debo  testimoniar  que  hablé  con
           afectados del síndrome tóxico que me confesaron que no habían tomado el aceite,
           pero que ocultaron esta circunstancia para poderse acoger a los beneficios oficiales.
           Con lo cual las encuestas epidemiológicas ya quedan falseadas. Pero ademas quedan
           falseadas por un especial componente sociológico: la gran mayoría de afectados no

           pueden negar que han tomado el aceite, puesto que los puntos de venta de éste —los
           mercadillos  preponderantemente—  coinciden  con  los  puntos  de  venta  del  tomate
           causante de la intoxicación: al adquirir ambos productos y consumirlos en la ensalada

           —por regla general—, naturalmente dicen que han tomado el aceite. Mientras que los
           encuestados de familias no afectadas, los sanos, ya que no les va nada en ello, en las
           encuestas dicen que no han tomado este aceite, porque si dijeran que sí reconocerían
           que le han dado a su familia lo peor, que no tienen dinero para comprar un aceite de
           mínima  buena  calidad.  Con  lo  cual,  naturalmente,  a  grandes  rasgos  y  con  las

           excepciones pertinentes, resulta que los que han tomado el aceite de colza son los que
           están afectados, y los que no lo han tomado están sanos. Pero esta imagen es una
           imagen distorsionada, que nada tiene que ver con una encuesta epidemiológica, sino

           que cae más bien en el campo de la sociología y de la psicología.
               La tesis oficial, aparte de argumentar que la enfermedad desaparece en cuanto se
           retira  de  la  circulación  el  aceite,  circunstancia  que  ya  hemos  documentado  como
           falsa,  también  argumenta  que  los  circuitos  de  distribución  de  los  aceites  asesinos
           coinciden con la aparición de la enfermedad en el espacio y en el tiempo. Lo cual,

           una vez más, se presenta como un argumento falso. En octubre de 1987 se dijo en el
           Parlamento Europeo: «El estudio de los circuitos de comercialización, obra de uno de
           los vocales de la Comisión de investigación Epidemiológica del PNST, descubre la

           falta de coincidencia espacial y temporal de la enfermedad con la distribución del
           aceite de colza desnaturalizado y la inexistencia de cualquier circunstancia en común
           respecto, no ya del aceite de colza, sino de todo tipo de aceite.»
               De  modo  que  las  dos  tesis  oficiales  carecen  de  consistencia  para  resistir  un
           análisis  serio.  Pero  continuemos  calibrando  la  situación.  Recordemos  la

           discriminación intrafamiliar e interfamiliar. Si en una familia, en la que normalmente
           se consume un mismo tipo de aceite, resulta que enferman dos miembros y tres no
           enferman, por poner un ejemplo medio, tenemos que si bien hay 25 000 afectados, no

           es  menos  cierto  que  por  otro  lado  hay  —en  esta  proporción—  más  de  37  000
           personas  que  consumieron  el  mismo  aceite  —exactamente  el  mismo—  y  no
           enfermaron. Eso, solamente con los casos intrafamiliares, o sea dentro de la misma
           familia.  Si  extrapolamos  a  los  casos  interfamiliares,  aquellos  que  viviendo  en  el
           mismo edificio y habiendo adquirido el mismo aceite, no han quedado afectados —

           cuando hay afectados por ejemplo en el 2.º B, en el 7.º C, en el 3.º A y B, y en el resto



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