Page 140 - Pacto de silencio
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La nueva respuesta del Dr. Frontela:
«Sí; es debido a que efectivamente las anilidas no son el tóxico causal.»
En la memoria de la Oficina Regional para Europa de la Organización Mundial de
la Salud, sobre la primera reunión del Comité Científico del Síndrome Tóxico,
celebrada en Madrid del 20 al 22 de junio de 1984 (siendo presidente de la misma el
Dr. R. Goulding, vicepresidente el Dr. Alberto Ponera, y portavoz la Dra. Renate
Kimbrough), se afirma literalmente que «se confirmó la baja toxicidad de las anilidas
de ácidos grasos puras».
Un año y pico antes se había celebrado también en Madrid otra reunión de la
OMS, del 21 al 25 de marzo de 1983. La publicación que la misma Oficina Regional
para Europa de la OMS editó con el título de El síndrome del aceite tóxico:
intoxicación alimentaria masiva en España (ya citada en este libro en alguna
ocasión), incluye afirmaciones como éstas:
Citando los procesos de refino efectuados con los aceites sospechosos en España,
dice: «Estudios realizados en el Laboratorio Unilever de Investigaciones de los Países
Bajos han mostrado que este procedimiento de refino completo eliminaba la anilina
libre pero no producía anilidas de ácidos grasos».
Y también: «Cuando un laboratorio británico examinó diez muestras de aceite
facilitadas desde España, sólo tres contenían alguna anilida».
En las conclusiones, leemos: «Las pruebas de que las anilidas de ácidos grasos
fueron la causa de la enfermedad, siguen siendo poco convincentes».
El antiguo jefe local de Sanidad de Torrejón de Ardoz, Dr. Juan Raúl Sanz, me
comentó una de las reuniones que se celebró: «Fue una reunión muy buena que hubo
de americanos en septiembre de 1982 cuando, todos aquellos que estuvieron en la
Cruz Roja, se reunieron con Borregón: les dejaron pablar a Borregón y a Sanz —no
Eduardo Sanz, sino Félix Sanz, que era el biólogo que tenía Borregón en
Majadahonda como un experto en este tema— que estuvieron informándoles, y
después de tres horas de estar reunidos (y Muro tiene —porque se lo consiguió una de
las secretarias de aquella reunión— el papel en el que de puño y letra uno de los
americanos —no sé quién de los cinco— ponía: “las anilidas no solamente no son
perjudiciales para la salud, sino que son beneficiosas, porque hay actualmente
ensayos en el Japón, que avalan que son hipocolesterolémicas”, es decir que bajan el
colesterol; eso lo apuntó de su mano), comentó Borregón, dice: “éstos (…omito el
adjetivo para no comprometer…) americanos nos han tenido tres horas aquí
hablando, y después, una vez que hemos terminado de hablar nos han dicho: ‘pues no
parece que esto tenga nada que ver’. ¡Ya nos lo podrían haber dicho desde el
principio y nos habríamos ahorrado: explicaciones!”».
Muchas cosas deberían de haberse dicho desde el principio en esta tragedia. Por
ejemplo, que lo que en España mata, en el Japón cura. Claro que, puestos a recurrir a
las diferencias genéticas… ¿por qué no también aquí? Vamos a inventar una medicina
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