Page 101 - El judío internacional
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comunidad secreta israelita, desempeño en cargo de censor de las publicaciones de la localidad,
                  con el objeto exclusivamente de averiguar todo cuanto se escribiese sobre los judíos. Fue éste,
                  también, quien conferenció con aquel editor, y a raíz de ello se publicó una ampulosa rectificación,
                  que concluyó con una apología del judaísmo. El diario volvió a obtener sus avisos, y sólo queda por
                  averiguar si este trato dado al editor fue un acto honesto. Cierto es que se le hizo cruelmente sentir
                  el poderío semita, pero la táctica no es aconsejable, pues a éste editor se le ha comprobado así con
                  hechos la existencia de una invisible hegemonía judía sobre el mismo.

                  No queremos aconsejar a los editores que emprendan una campaña investigadora del oculto poder
                  de los judíos, porque es siempre cuestión de tacto personal. Más cualquier editor encuentra la
                  oportunidad para ver ciertas cosas y ese caso le recomendamos que si las ve, se acuerde al menos
                  de ellas y que interiormente saqué sus consecuencias.

                  Réplicas hebreas contra tales publicaciones las admiten casi todos los diarios, y hasta algunos se
                  dejan engañar con mentirosas afirmaciones. Otros abrieron sus columnas a una propaganda
                  contraria o judía. Puede ocurrir todo esto, pero el interés no judío en esta cuestión queda muy mal
                  parado, aún en casos en que los editores comprendieron perfectamente la gravedad del asunto. De
                  cualquier modo, el editor corriente tendría una oportunidad magnífica para ir observando lo que
                  está ocurriendo en nuestro país.

                  Publicar una lista de los propietarios, accionistas y otros interesados en nuestra vida periodística,
                  sería de sumo interés, mas no explicaría del todo el absoluto predominio hebreo en nuestra prensa,
                  tal como realmente existe. Sería poco noble enumerar en esta relación algunas empresas
                  periodísticas de propiedad hebrea, porque éstas también son servidoras honorables del bien
                  público. La propiedad en la vida periodística, no es aún sinónimo de preponderancia.

                  Si se desea saber quien ejerce decisiva influencia sobre un diario, hay que conocer a su síndico y
                  los intereses a los que éste sirve; después las relaciones sociales de sus principales redactores, los
                  agentes de avisos que intervienen en el detalle de las inserciones hebreas, y finalmente su color o
                  índole de independencia políticos. El predominio hebreo en la prensa no es únicamente cuestión de
                  dinero, sino que consiste más bien en ocultar cosas al público, o en dárselas, según los casos.

                  Véase en la Enciclopedia Judía la lista de algunos diarios que osaron ocuparse de la cuestión judía y
                  que después quebraron. Cuando el anciano barón Moisés Montefiore dijo en Cracovia: "en tanto no
                  tengamos la prensa mundial en nuestras manos, sería inútil todo lo que hiciéramos. Debemos
                  dominar o influenciar el periodismo universal para alucinar a los pueblos y engañarlos", sabía
                  perfectamente lo que se decía. El concepto "alucinar" lo entendió en el sentido de que los no judíos
                  no advirtieron a los judíos, y con la palabra "engañar" quiso decir, que los pueblos vieran en ciertos
                  acontecimientos mundiales un desarrollo determinado, en tanto que en realidad eran algo muy
                  distinto. Se le muestran al gran público coincidencias casuales, más no lo que se urde en las
                  tinieblas. Una estadística en cifras del espacio de que disponen los hebreos para publicar aquello
                  que ellos quieran que se imprima, abriría los ojos a las masas. Es la judía una nación pequeñísima,
                  pero que exige para sí mayor atención que diez de los más importantes Estados europeos juntos; y
                  esta atención la exigen sólo en la forma que mejor les convenga.

                  Esta cuestión del predominio judío en la prensa norteamericana podría ilustrarse claramente sobre
                  un mapa de los Estados Unidos, en el que se distinguiera por medio de alfileres de color, el número
                  de los diarios de propiedad judía, de aquéllos que se redactan manifiestamente bajo su influencia, y
                  el número de periodistas hebreos, que en los diferentes Estados determinan el modo de pensar de
                  la mayoría de los lectores norteamericanos.

                  Tanto el periodista hebreo que siembra discordias, cuya tarea literaria consiste en mantener a sus
                  lectores en un estado de purulenta fermentación, cuya agudeza es torva, cuya ideología es







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