Page 213 - El judío internacional
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Es inútil quejarse de la "irreligiosidad" y del "radicalismo" de nuestra juventud estudiantil, pues
tales fenómenos se presentan siempre en unión con la falta de madurez espiritual. Mas no es inútil,
en cambio, demostrar que el radicalismo revolucionario y la hostilidad contra el fundamento
religioso de la ley moral, provienen de una y la misma fuente. Colóquese por encima de esta fuente
del espíritu revolucionario y de la irreligiosidad el termino "judío", y dígase con franqueza a los hijos
de anglosajones en que fuente beben.
Se vigorizan las energías revolucionarias acumuladas en el judaísmo con la autoridad de que gozan
los estudiantes y algunos profesores no-judíos, que se dejaron engañar en Rusia, y sabemos
todavía lo que significaba en la historia revolucionaria de ese país la palabra "estudiante".
¿Como reaccionar contra ello? Pues, simplemente llamando por su nombre verdadero la fuente y el
carácter de las influencias que inundaron nuestras Universidades. Deberá saber los estudiantes que
es necesario que se decidan ya por el espíritu de sus antepasados anglosajones, o por el del
desierto de Siria, encarnado en la tribu de Judá. Es decir: si desean seguir a los constructores o a
los destructores. El único reactivo eficaz e infalible contra la influencia del espíritu hebreo consiste
en volver a hacer nacer en nosotros el orgullo racial. Fueron nuestros padres hijos de la raza
anglosajona-celta; hombres que poseían una fuerza cultural inoculada en su sangre y su destino,
que en regiones inhospitalarias clavaron la bandera de una creación cultural; que por poniente
avanzaban hasta California, y por el norte hasta Alaska; que poblaban Australia y ocupaban los
pasos de los continentes en Suez, Gibraltar y en Panamá; que abrieron zonas tropicales, y
conquistaron las regiones perennemente heladas. Fueron germanos los que fundaron casi todos los
Estados que dieron a los pueblos normas imperecederas, y que en cada siglo dejaron un claro
ideal. Ni su Dios ni su religión fueron tomados de los judíos, sino que son ellos el pueblo
"predilecto" del Señor, los dueños del mundo, al que van perfeccionando cada vez más, pero sin
destruirlo primero como el hebreo pretende.
En el campamento de una raza así, entre los hijos de tales padres, se va deslizando un pueblo sin
cultura, sin religión ni ideal, sin idioma propio, sin una gran hazaña, como no sea en el terreno de
"ganar dinero", expulsado de todas las naciones que le brindaron hospitalidad. Y ¿pretenden venir a
decir a los retoños de los sajones lo que es preciso hacer para que el mundo sea perfecto?
Debe existir en la Universidades tribuna libre e intercambio libre de ideas; pero lo judío, que se siga
llamando judío, y en general, que aprendan nuestros hijos a darse cuenta cabal de lo que es el
misterio de la raza.
Se hace ya la luz. Los procedimientos de la raza extraña quedan en evidencia. Estos son sencillos:
se exige primero la "secularización" de la escuela elemental: este concepto es de origen hebreo y
persiguen fines hebreos. Consiste su habilidad en que el niño no debe llegar a saber en modo
alguno, que cultura y patria radican en los fundamentos de la religión anglosajona. ¡Ni una palabra
de esto! Tampoco el niño deberá enterarse de nada de lo que pudiera instruir debidamente acerca
de la raza judía.
Preparado así el terreno, maduro el fruto para avanzar contra los colegios secundarios y las
Universidades, con el "noble" objeto de ridiculizar todo lo cristiano y de llenar el vacío producido
por las ideas disolventes judías.
Se "secularizan", las escuelas elementales, y se "judaízan" las Universidades. El conjunto se
denomina "liberalismo", que tan insistentemente recomiendan los voceros judíos. En las entidades
obreras, en la Iglesia y en las Universidades, ya despunto ese liberalismo sobre los apreciativos
fundamentos del trabajo, de la fe, y de la vida social. El capitalismo huérfano, es solo el capitalismo
productor no-judío; la ortodoxia atacada no es otra que la religión de Cristo; la forma societaria
expuesta a acérrima critica, es la genuinamente aria. La destrucción de todo eso redundaría en
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