Page 210 - El judío internacional
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créditos fueron notificados para su reembolso. Los pagos se reclamaron con urgencia. Una riada de
                  dinero exprimida de los distritos productores, empezó a afluir a Nueva York. De lo contrario
                  aquellos créditos gigantescos citados hubiesen sido imposibles. Fue una formidable piratería,
                  legalizada por el sistema federal de reservas. "Fue sustraído el dinero al comercio legitimo de los
                  diferentes distritos, para ser prestado en Wall Street a intereses usurarios", expresa el citado
                  funcionario.

                  Se supo que los Bancos especuladores recibieron su dinero al 6 por ciento para prestarlo
                  ulteriormente a razón del 20 y 30 por ciento.

                  Creó el sistema federal de reservas una carestía artificial de dinero, que explotaban libremente los
                  Bancos especuladores. Ese sistema recogió el dinero en circulación, y los banqueros neoyorquinos
                  lo prestaban después a réditos exorbitantes, que las clases productoras debieron abonar, para
                  escapar a la ruina inevitable.

                  Fue en esa época de abundancia que el sistema federal de reservas floreció como nunca. En
                  diciembre de 1920 alcanzaron sus reservas el importe del 45 por ciento, y en julio de 1921 hasta el
                  sesenta por ciento de su capital.

                  El sistema Warburg, destinado en principio a compensar las oscilaciones del mercado financiero, se
                  aplico para evacuar el de reservas para la Unión, pero para una empresa particular y no a favor del
                  pueblo en general y solo en beneficio de unos pocos banqueros. Debe ía haber servido para r
                  ordenar paulatinamente la graduación normal de precios después de la guerra; pero sirvió, en
                  realidad, para estancar la vida mercantil del país justamente en el momento mas critico. Fue un
                  sistema erróneo, tanto económica, como lógica y comercialmente, y en el fondo, criminalmente
                  falso.

                  Se jacta la Reserva Federal de sus propias reservas, como si fuera esto señal de robusta salud
                  nacional-económica. Cuando el país no tiene fondos, las reservas no deberían ser elevadas, sino
                  bajas. Contrariamente a lo que se afirma, la altura lograda por aquellas es inequívoca señal del
                  grado de dep resión nacional-económica. Bastaría una décima parte de esas reservas para reanimar
                  la circulación normal del país. El sistema Warburg fue mal aplicado y se abuso de el. Y sufre el país
                  las consecuencias.

                  Se agrava la situación por el hecho de que a numerosas personas que podrían hablar del asunto, se
                  los amordaza. Altos funcionarios deben callar ante las subvenciones electorales de las que
                  participan todos los elementos financieros. Por desgracia, demasiadas personas son deudoras de
                  aquellos. Una lista de las deudas privadas de los figurones que durante estos últimos ocho años
                  presentaron su candidatura a la presidencia, serviría de excelente medio instructivo, casi tanto
                  como una lista que diera los nombres y apellidos de aquellos hebreos en cuyas casas dichos
                  candidatos solían hospedarse, cuando recorrían el país en sus giras de propaganda. Los que están
                  tan maniatados al todopoderoso sistema financiero vigente, no pueden, en efecto, decir todo lo que
                  saben.

                  Queda ilustrado característicamente este estado de cosas con la frase del Secretario del Tesoro,
                  Cushin Daniel, pronunciada ante cierta comisión del Congreso, y que demuestra hasta donde
                  alcanza el poder de esas corporaciones particulares, que se llaman "Bancos centrales". Dicho
                  funcionario dijo: "Cuando visite el Banco de Inglaterra presente una carta de recomendación del
                  Secretario de Estado, M. Hay, con la cual el representante del Banco me recibió cortésmente. Me
                  acompaño a visitar las dependencias del Banco, y de regreso en su despacho le pregunte si podría
                  responder a varias preguntas. Al afirmármelo preguntéle si me podría facilitar un estado del Banco.
                  "No facilitamos tales estados", me contesto. "¿Es que el Parlamento no pide a veces tal cuenta
                  acerca del estado del Banco Nacional?" "No, señor". "Pero, ¿tampoco los llamados revolucionarios







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