Page 206 - El judío internacional
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representante de "sus" respectivos gobiernos y como delegados de la Paz.

                  Siguen las coincidencias: tal como en Washington los que frecuentaban la Casa Blanca eran
                  hebreos, en Berlín el único que poseía comunicación telefónica direc a con el Kaiser, era el semita t
                  Walter Rathenau. Lo mismo ocurría en Londres, en París y en San Petersburgo. Rusia "perseguía" a
                  los pobres hebreos, y sin embargo, dominaban ya entonces el país en secreto, como lo hacen
                  desde 1917, públicamente y a la vista de todos.

                  Sin pretender ahondar en todos los detalles secretos de este sistema de gobernar mundialmente
                  desde un solo centro, hasta lo expresado, para demostrar que una sola familia de banqueros puede
                  hundir sus manos en toda clase de sucesos públicos, tanto políticos como económicos. La familia
                  Warburg a la cabeza del mundo financiero de dos países, a pesar de que estos se hallan en guerra
                  el uno contra el otro. La misma familia oficiando de delegados para la paz mundial con encargo de
                  los dos bandos, y decidiendo sobre la Liga de las Naciones. Y es la familia Warburg la que desde
                  ambos extremos del mundo aconseja a esta lo que debe hacer en el porvenir. Tal vez con mayor
                  derecho de lo que el público sospechó, expresó cierto diario neoyorquino sus preocupaciones en un
                  artículo titulado: "¡Cuidado con los Warburg!".

                  Se preocupa hoy Paul Warburg (¡al comienzo de la era de la Paz universal!) del trato que sufrirá la
                  propiedad privada en otra nueva guerra, por parte de determinados beligerantes. Hace referencias
                  para ello, a cierto banquero de París, que prevé la posibilidad de una contienda franco-inglesa, y
                  con ella los efectos del pánico, que en tal caso tendrían necesariamente las mutuas denuncias de
                  los créditos bancarios de ambos bandos. Afirma Warburg: "deberían nuestros banqueros estudiar
                  detenidamente tan serio problema. Con la depreciación de la propiedad privada nada tendríamos
                  que ganar y si mucho que perder, apoyando nosotros tal política. Es posible que en breve seamos
                  los tenedores únicos de valores extranjeros que correrían peligro, en el caso de que nos viéramos
                  envueltos en la nueva guerra. Es para mí de suma importancia, que no ocurra nada que pudiera
                  impedir que Norteamérica llegue a ser el país de mayores reservas de oro en el mundo entero".

                  Si insinúa el señor Warburg que los judíos norteamericanos proyectan mudar su mercado financiero
                  internacional a los Estados Unidos, hay que objetar a esto con toda firmeza que la Unión no desea
                  en absoluto esa mudanza. La Historia nos previene con bastante insistencia, lo que significaría eso
                  para nosotros. Querría esto decir que, tal como una tras otras han debido hacerlo España, Venecia,
                  Inglaterra y Alemania, deberíamos sufrir la sospecha y el desagrado del mundo entero por culpa de
                  lo que los financieros hicieron allí: Hay que tener presente muy seriamente que la mayor pa rte de
                  las animosidades nacionales del presente, son resultado de la indignación causada por las fechorías
                  de los financieros judíos internacionales, cometidas al amparo de hermosas frases patrióticas.
                  "Hicieron los ingleses tal o cual cosa", "los alemanes pretendieron esto o lo de más allá" (se sigue
                  diciendo todavía hoy), en tanto que en realidad lo hicieron y pretendieron los hebreos, haciendo las
                  diversas naciones las veces del tablero sobre el cual los hebreos internacionales disputaban sus
                  partidas de ajedrez financiero.

                  Se oye aún decir que los Estados Unidos hace esto o lo de más allá, "que sin los Estados Unidos el
                  mundo entero cambiaría muy pronto de aspecto, que los yanquis son un pueblo avaro y sin alma".
                  Pero ¿por qué? Porque el poderío financiero hebreo sentó sus reales en nuestra tierra, acuñó
                  monedas, abusando tanto de nuestra favorable posición como de la miseria de Europa, enfrentando
                  a una parte del mundo contra otra, y también porque los hombres de negocios yanquis no son en
                  realidad tales yanquis, sino judíos, que representan en muchos casos a su propia raza tan
                  indignamente como a la nación norteamericana.

                  Estados Unidos no desea que el centro hebraico arraigue en este país. No deseamos entronizarnos
                  como un ídolo de oro sobre los demás pueblos. Queremos ayudar a esos pueblos, más con valores
                  reales, no en nombre ni bajo el signo del oro.







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