Page 75 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
         factores ya debieron enfrentarse con el problema y creyeron solucio-
         narlo, dándoles a los emigrantes dinero o medios de trabajo. Por con-
         siguiente el benefactor decía: “Pago a las gentes para que emigren”.
         Esto es fundamentalmente falso y no puede conseguirse con todo el
         dinero del mundo. La Company dirá por el contrario: “No les paga-
         mos, les hacemos pagar. Pero les damos algo”.
            Quiero ilustrarlo con un ejemplo cómico. Supongamos que uno de
         estos benefactores, al que llamaremos barón, y yo quisiéramos hacer
         que una multitud se encaminara a la llanura de Longchamp, junto a Pa-
         rís, en una tarde calurosa de domingo. El barón, si promete diez fran-
         cos a cada uno, hará salir, por doscientos mil francos, a veinte mil infe-
         lices quienes, bañados en sudor lo maldecirán por el tormento infligido.
            Yo, por el contrario, destinaré esta suma a un premio al caballo
         más veloz y luego impediré la entrada de la gente al Longchamp, por
         medio de vallas. El que quiera entrar tendrá que jugar: un franco, cin-
         co, veinte.
            El resultado: haré salir a un millón de hombres, el presidente irá
         adelante á la Daumont, la multitud se regocijará y se divertirá. Para
         la mayoría, a pesar del calor abrasador y del polvo, será una marcha
         feliz al aire libre, y yo habré colocado por los 200.000 francos inver-
         tidos, un millón en concepto de derecho de entradas e impuestos al
         juego. Cuando quiera, lograré que la misma gente vaya allá; el barón
         no lo conseguirá a ningún precio.
            Quiero mostrar, además de una manera mucho más seria, cómo
         se manifiesta el fenómeno de la multitud, cuando ésta quiere ganar-
         se el sustento. Que se haga la prueba de proclamar por las calles de
         una ciudad lo siguiente: “El que permanezca parado todo el día en
         un cobertizo de hierro, aislado por todas partes, soportando en in-
         vierno un frío espantoso, en verano un calor atroz y ofrezca, a los
         transeúntes, artículos de baratillo, pescados o frutos percibirá 2 flori-
         nes, 4 francos o lo que fuere”.
            ¿Cuántos hombres se conseguirá que vayan? Si los impulsa el
         hambre, ¿cuántos días han de resistir? Si resisten, ¿qué fervor pon-
         drán en convencer a los transeúntes para que compren frutas, pes-
         cados o artículos de baratillo?
            Nosotros procedemos de otro modo. En los puntos donde exis-
         te un tráfico intenso, y podemos hallarlos más fácilmente, puesto


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