Page 76 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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THEODOR HERZL
            que nosotros mismo dirigimos el tráfico hacia donde queremos,
            en estos puntos erigiremos grandes cobertizos que llamaremos
            mercados. Nuestros cobertizos podrán ser peores y más insalu-
            bres que los antes mencionados y, no obstante, la gente afluiría a
            ellos. Pero los construiremos más hermosos y mejores, con toda
            buena voluntad. Y esta gente, a la que nada hemos prometido,
            porque nada podemos prometerle si no queremos engañarla, es-
            ta gente animosa y ávida de trabajo hará surgir, entre bromas, un
            intenso tráfico de mercados. Arengarán infatigablemente a los
            compradores, permanecerán de pie, y casi no sentirán la fatiga.
            No sólo acudirán presurosos todos los días para ser los primeros,
            sino que hasta contraerán alianza, firmarán contratos y harán to-
            do lo posible para llevar adelante, sin molestias, esta vida comer-
            cial. Y si al cabo de la jornada, resultará que han ganado solamen-
            te un florín y cincuenta coronas, tres marcos o lo que fuere, sin
            embargo, aguardarán confiados el día próximo que tal vez sea
            mejor.
               Les hemos obsequiado la esperanza.
               ¿Se quiere saber de dónde sacamos los artículos necesarios para
            los mercados? ¿Realmente hay necesidad de decirlo?
               He mostrado, más arriba, que por la Assistance par le travail
            se obtiene una ganancia quince veces mayor a la suma invertida.
            Por un millón se obtiene quince millones, por un billón, quince
            billones.
               Está bien; pero ¿resultará esto tan exacto, en gran escala, como
            lo resulta en pequeña? Cuando se invierten sumas grandes ¿no au-
            menta la renta del capital en progresión decreciente? Sí, la renta del
            capital adormecido y pusilánimamente oculto, pero no la del capital
            activo. El capital activo produce una renta que crece en forma pas-
            mosa, aun cuando las operaciones sean en gran escala. Aquí está la
            cuestión social.
               ¿Será exacto lo que digo? Apelo a los judíos más ricos a que me
            sirven de testigos. ¿Por qué se dedican ellos a tantas industrias dife-
            rentes? ¿Por qué mandan gente a las minas a fin de que, por una pa-
            ga insignificante y expuestos a terribles peligros, extraigan carbón?
            Me parece que esto no ha de gustarles ni a los mismos propietarios.
            No creo, verdaderamente, en la insensibilidad de los capitalistas y no


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