Page 86 - Teodoro Herzl El Estado Judio
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EL ESTADO JUDÍO
         vecinos del grupo. Pues así como no podemos, ni queremos supri-
         mir la diferencia entre los individuos, así continuará existiendo la
         diferencia entre los grupos locales. Todos los derechos adquiridos
         serán protegidos, todo despliegue nuevo de energías, tendrá sufi-
         ciente campo de acción.
            Nuestra gente estará al tanto de todo.
            Así como no sorprendemos ni engañamos a los demás, así no nos
         engañamos a nosotros mismos.
            Todo será determinado de antemano ateniéndose estrictamente a
         su plan. En la preparación de este plan, que yo sólo puedo esbozar,
         participarán nuestros mejores cerebros. Se han de considerar para
         este fin, todos los adelantos alcanzados en las ciencias sociales y en
         el orden técnico, tanto en la época en que vivimos como las que al-
         cancen en una época posterior, en la que se lleve a cabo el plan len-
         ta y penosamente. Se han de utilizar todas las invenciones felices
         existentes y las futuras. De esta manera se realizará, en una forma
         sin precedentes en la historia, la ocupación de un país y la fundación
         de un Estado con probabilidades de éxito que hasta ahora no se han
         presentado.


         La constitución


            Una de las grandes comisiones que ha de nombrar la Society se-
         rá el consejo de los juristas del Estado. Estos tienen que preparar una
         constitución, la mejor y más moderna posible. Creo que una buena
         constitución ha de ser de moderada flexibilidad. En otra obra he ex-
         puesto las formas de gobierno que considero mejores. La monarquía
         democrática y la república aristocrática son, para mí, las formas de
         gobierno más perfectas. Forma de gobierno y principio de gobernar
         tienen que estar en oposición equilibrada. Soy partidario decidido de
         las instituciones monárquicas porque hacen posible una política du-
         rable y representan el interés, íntimamente ligado a la conservación
         del Estado, de una familia, afamada históricamente, nacida y educa-
         da para el gobierno. Pero nuestra historia se ha interrumpido por tan
         largo tiempo que no podemos restaurar la monarquía. El solo inten-
         tarlo nos haría caer en el ridículo.


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