Page 120 - Libro Orgullo y Prejuicio
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todas y sus padres no son tan ricos como los suyos. ¿Dibuja usted?
—No, nada.
—¿Cómo? ¿Ninguna de ustedes?
—Ninguna.
—Es muy raro. Supongo que no habrán tenido oportunidad. Su madre debió
haberlas llevado a la ciudad todas las primaveras para poder tener buenos
maestros.
—Mi madre no se habría opuesto, pero mi padre odia Londres.
—¿Y su institutriz sigue aún con ustedes?
—Nunca hemos tenido institutriz.
—¡Qué no han tenido nunca institutriz! ¿Cómo es posible? ¡Cinco hijas
educadas en casa sin institutriz! Nunca vi nada igual. Su madre debe haber sido
una verdadera esclava de su educación.
Elizabeth casi no pudo reprimir una sonrisa al asegurarle que no había sido
así.
—Entonces, ¿quién las educó? ¿Quién las cuidó? Sin institutriz deben de haber
estado desatendidas.
—En comparación con algunas familias, no digo que no; pero a las que
queríamos aprender, nunca nos faltaron los medios. Siempre fuimos impulsadas
a la lectura, y teníamos todos los maestros que fueran necesarios. Verdad es que
las que preferían estar ociosas, podían estarlo.
—¡Sí, no lo dudo!, y eso es lo que una institutriz puede evitar, y si yo hubiese
conocido a su madre, habría insistido con todas mis fuerzas para que tomase una.
Siempre sostengo que en materia de educación no se consigue nada sin una
instrucción sólida y ordenada, y sólo una institutriz la puede dar. ¡Hay que ver la
cantidad de familias a quienes he orientado en este sentido! Me encanta ver a las
chicas bien situadas. Cuatro sobrinas de la señora Jenkinson se colocaron muy
bien gracias a mí, y el otro día mismo recomendé a otra joven de quien me
hablaron por casualidad, y la familia está contentísima con ella. Señora Collins,
¿le dije a usted que ayer estuvo aquí lady Metcalfe para darme las gracias?
Asegura que la señorita Pope es un tesoro. « Lady Catherine —me dijo—, me ha
dado usted un tesoro.» ¿Ha sido ya presentada en sociedad alguna de sus
hermanas menores, señorita Bennet?
—Sí, señora, todas.
—¡Todas! ¡Cómo! ¿Las cinco a la vez? ¡Qué extraño! Y usted es sólo la
segunda. ¡Las menores presentadas en sociedad antes de casarse las mayores!
Sus hermanas deben de ser muy jóvenes…
—Sí; la menor no tiene aún dieciséis años. Quizá es demasiado joven para
haber sido presentada en sociedad. Pero en realidad, señora, creo que sería muy
injusto que las hermanas menores no pudieran disfrutar de la sociedad y de sus
amenidades, por el hecho de que las mayores no tuviesen medios o ganas de