Page 123 - Libro Orgullo y Prejuicio
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compromisos, porque el estilo de vida del resto de los vecinos estaba por debajo
      del de los Collins. A Elizabeth no le importaba, estaba a gusto así, pasaba largos
      ratos charlando amenamente con Charlotte; y como el tiempo era estupendo, a
      pesar de la época del año, se distraía saliendo a caminar. Su paseo favorito, que a
      menudo recorría mientras los otros visitaban a lady Catherine, era la alameda
      que bordeaba un lado de la finca donde había un sendero muy bonito y abrigado
      que  nadie  más  que  ella  parecía  apreciar,  y  en  el  cual  se  hallaba  fuera  del
      alcance de la curiosidad de lady Catherine.
        Con esta tranquilidad pasó rápidamente la primera quincena de su estancia en
      Hunsford.  Se  acercaba  la  Pascua  y  la  semana  anterior  a  ésta  iba  a  traer  un
      aditamento a la familia de Rosings, lo cual, en aquel círculo tan reducido, tenía
      que resultar muy importante. Poco después de su llegada, Elizabeth oyó decir
      que Darcy iba a llegar dentro de unas semanas, y aunque hubiese preferido a
      cualquier otra de sus amistades, lo cierto era que su presencia podía aportar un
      poco de variedad a las veladas de Rosings y que podría divertirse viendo el poco
      fundamento  de  las  esperanzas  de  la  señorita  Bingley  mientras  observaba  la
      actitud de Darcy con la señorita de Bourgh, a quien, evidentemente, le destinaba
      lady Catherine. Su Señoría hablaba de su venida con enorme satisfacción, y de
      él, en términos de la más elevada admiración; y parecía que le molestaba que la
      señorita Lucas y Elizabeth ya le hubiesen visto antes con frecuencia.
        Su llegada se supo en seguida, pues Collins llevaba toda la mañana paseando
      con la vista fija en los templetes de la entrada al camino de Hunsford; en cuanto
      vio que el coche entraba en la finca, hizo su correspondiente reverencia, y corrió
      a casa a dar la magna noticia. A la mañana siguiente voló a Rosings a presentarle
      sus respetos. Pero había alguien más a quien presentárselos, pues allí se encontró
      con  dos  sobrinos  de  lady  Catherine.  Darcy  había  venido  con  el  coronel
      Fitzwilliam,  hijo  menor  de  su  tío  Lord;  y  con  gran  sorpresa  de  toda  la  casa,
      cuando Collins regresó ambos caballeros le acompañaron. Charlotte los vio desde
      el cuarto de su marido cuando cruzaban el camino, y se precipitó hacia el otro
      cuarto para poner en conocimiento de las dos muchachas el gran honor que les
      esperaba, y añadió:
        —Elizabeth, es a ti a quien debo agradecer esta muestra de cortesía. El señor
      Darcy no habría venido tan pronto a visitarme a mí.
        Elizabeth  apenas  tuvo  tiempo  de  negar  su  derecho  a  semejante  cumplido,
      pues en seguida sonó la campanilla anunciando la llegada de los dos caballeros,
      que poco después entraban en la estancia.
        El  coronel  Fitzwilliam  iba  delante;  tendría  unos  treinta  años,  no  era  guapo,
      pero en su trato y su persona se distinguía al caballero. Darcy estaba igual que en
      Hertfordshire;  cumplimentó  a  la  señora  Collins  con  su  habitual  reserva,  y
      cualesquiera que fuesen sus sentimientos con respecto a Elizabeth, la saludó con
      aparente  impasibilidad.  Elizabeth  se  limitó  a  inclinarse  sin  decir  palabra.  El
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