Page 261 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 261

—De ningún modo. Al marcharme comprendí que la cosa era inminente.
        —Es decir, que le dio usted su permiso. Ya lo sospechaba.
        Y aunque él protestó de semejantes términos, ella encontró que eran muy
      adecuados.
        —La  tarde  anterior  a  mi  viaje  a  Londres  —dijo  Darcy—  le  hice  una
      confesión que debí haberle hecho desde mucho antes. Le dije todo lo que había
      ocurrido  para  convertir  mi  intromisión  en  absurda  e  impertinente.  Se  quedó
      boquiabierto.  Nunca  había  sospechado  nada.  Le  dije  además  que  me  había
      engañado  al  suponer  que  Jane  no  le  amaba,  y  cuando  me  di  cuenta  de  que
      Bingley la seguía queriendo, ya no dudé de que serían felices.
        Elizabeth no pudo menos que sonreír al ver cuán fácilmente manejaba a su
      amigo.
        —Cuando  le  dijo  que  mi  hermana  le  amaba,  ¿fue  porque  usted  lo  había
      observado o porque yo se lo había confesado la pasada primavera?
        —Por  lo  primero.  La  observé  detenidamente  durante  las  dos  visitas  que  le
      hice últimamente, y me quedé convencido de su cariño por Bingley.
        —Y su convencimiento le dejó a él también convencido, ¿verdad?
        —Así es. Bingley es el hombre más modesto y menos presumido del mundo.
      Su  apocamiento  le  impidió  fiarse  de  su  propio  juicio  en  un  caso  de  tanta
      importancia; pero su sumisión al mío lo arregló todo. Tuve que declararle una
      cosa  que  por  un  tiempo  y  con  toda  razón  le  tuvo  muy  disgustado.  No  pude
      ocultarle que su hermana había estado tres meses en Londres el pasado invierno,
      que yo lo sabía y que no se lo dije a propósito. Se enfadó mucho. Pero estoy
      seguro de que se le pasó al convencerse de que su hermana le amaba todavía.
      Ahora me ha perdonado ya de todo corazón.
        Elizabeth  habría  querido  añadir  que  Bingley  era  el  más  estupendo  de  los
      amigos por la facilidad con que se le podía traer y llevar, y que era realmente
      impagable. Pero su contuvo. Recordó que Darcy tenía todavía que aprender a
      reírse  de  estas  cosas,  y  que  era  demasiado  pronto  para  empezar.  Haciendo
      cábalas sobre la felicidad de Bingley que, desde luego, sólo podía ser inferior a la
      de ellos dos, Darcy siguió hablando hasta que llegaron a la casa. En el vestíbulo
      se despidieron.
   256   257   258   259   260   261   262   263   264   265   266