Page 257 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 257

CAPÍTULO LVIII
      Pocos  días  después  de  la  visita  de  lady  Catherine,  Bingley  no  sólo  no  recibió
      ninguna carta de excusa de su amigo, sino que le llevó a Longbourn en persona.
      Los caballeros llegaron temprano, y antes de que la señora Bennet tuviese tiempo
      de decirle a Darcy que había venido a visitarles su tía, cosa que Elizabeth temió
      por  un  momento,  Bingley,  que  quería  estar  solo  con  Jane,  propuso  que  todos
      salieran de paseo. Se acordó así, pero la señora Bennet no tenía costumbre de
      pasear y Mary no podía perder el tiempo. Así es que salieron los cinco restantes.
      Bingley  y  Jane  dejaron  en  seguida  que  los  otros  se  adelantaran  y  ellos  se
      quedaron  atrás.  Elizabeth,  Darcy  y  Catherine  iban  juntos,  pero  hablaban  muy
      poco. Catherine tenía demasiado miedo a Darcy para poder charlar; Elizabeth
      tomaba  en  su  fuero  interno  una  decisión  desesperada,  y  puede  que  Darcy
      estuviese haciendo lo mismo.
        Se encaminaron hacia la casa de los Lucas, porque Catherine quería ver a
      María,  y  como  Elizabeth  creyó  que  esto  podía  interesarle  a  ella,  cuando
      Catherine les dejó siguió andando audazmente sola con Darcy. Llegó entonces el
      momento  de  poner  en  práctica  su  decisión,  y  armándose  de  valor  dijo
      inmediatamente:
        —Señor Darcy, soy una criatura muy egoísta que no me preocupo más que
      de mis propios sentimientos, sin pensar que quizá lastimaría los suyos. Pero ya no
      puedo pasar más tiempo sin darle a usted las gracias por su bondad sin igual para
      con mi pobre hermana. Desde que lo supe he estado ansiando manifestarle mi
      gratitud. Si mi familia lo supiera, ellos también lo habrían hecho.
        —Siento muchísimo —replicó Darcy en tono de sorpresa y emoción— que
      haya  sido  usted  informada  de  una  cosa  que,  mal  interpretada,  podía  haberle
      causado  alguna  inquietud.  No  creí  que  la  señora  Gardiner  fuese  tan  poco
      reservada.
        —No  culpe  a  mi  tía.  La  indiscreción  de  Lydia  fue  lo  primero  que  me
      descubrió su intervención en el asunto; y, como es natural, no descansé hasta que
      supe todos los detalles. Déjeme que le agradezca una y mil veces, en nombre de
      toda  mi  familia,  el  generoso  interés  que  le  llevó  a  tomarse  tanta  molestia  y  a
      sufrir tantas mortificaciones para dar con el paradero de los dos.
        —Si quiere darme las gracias —repuso Darcy—, hágalo sólo en su nombre.
      No  negaré  que  el  deseo  de  tranquilizarla  se  sumó  a  las  otras  razones  que  me
      impulsaron a hacer lo que hice; pero su familia no me debe nada. Les tengo un
      gran respeto, pero no pensé más que en usted.
        Elizabeth estaba tan confusa que no podía hablar. Después de una corta pausa,
      su compañero añadió:
        —Es usted demasiado generosa para burlarse de mí. Si sus sentimientos son
      aún los mismos que en el pasado abril, dígamelo de una vez. Mi cariño y mis
   252   253   254   255   256   257   258   259   260   261   262