Page 252 - Libro Orgullo y Prejuicio
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a mi sobrino delante de todos sus amigos y a convertirle en el hazmerreír de todo
el mundo.
—Ni el deber, ni el honor, ni la gratitud —repuso Elizabeth—, pueden
exigirme nada en las presentes circunstancias. Ninguno de sus principios sería
violado por mi casamiento con Darcy. Y en cuanto al resentimiento de su familia
o a la indignación del mundo, si los primeros se enfurecen por mi boda con su
sobrino, no me importaría lo más mínimo; y el mundo tendría el suficiente buen
sentido de sumarse a mi desprecio.
—¿Y ésta es su actitud, su última resolución? Muy bien; ya sé lo que tengo
que hacer. No se figure que su ambición, señorita Bennet, quedará nunca
satisfecha. Vine para probarla. Esperaba que fuese usted una persona razonable.
Pero tenga usted por seguro que me saldré con la mía.
Todo esto fue diciendo lady Catherine hasta que llegaron a la puerta del
coche. Entonces se volvió y dijo:
—No me despido de usted, señorita Bennet; no mando ningún saludo a su
madre; no se merece usted esa atención. Me ha ofendido gravemente. Elizabeth
no respondió ni trató de convencer a Su Señoría de que entrase en la casa. Se fue
sola y despacio. Cuando subía la escalera, oyó que el coche partía. Su madre,
impaciente, le salió al encuentro a la puerta del vestidor para preguntarle cómo
no había vuelto a descansar lady Catherine.
—No ha querido —dijo su hija—. Se ha marchado.
—¡Qué mujer tan distinguida! ¡Y qué cortesía la suya al venir a visitarnos!
Porque supongo que habrá venido para decirnos que los Collins están bien. Debía
de ir a alguna parte y al pasar por Meryton pensó que podría visitarnos. Supongo
que no tenía nada de particular que decirte, ¿verdad, Lizzy?
Elizabeth se vio obligada a contar una pequeña mentira, porque descubrir la
materia de su conversación era imposible.