Page 251 - Libro Orgullo y Prejuicio
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deliberación:
        —No lo estoy.
        Lady Catherine parecía complacida.
        —¿Y me promete usted no hacer nunca semejante compromiso?
        —No  haré  ninguna  promesa  de  esa  clase.  ¡Señorita  Bennet!  ¡Estoy
      horrorizada  y  sorprendida!  Esperaba  que  fuese  usted  más  sensata.  Pero  no  se
      haga  usted  ilusiones:  no  pienso  ceder.  No  me  iré  hasta  que  me  haya  dado  la
      seguridad que le exijo.
        —Pues  la  verdad  es  que  no  se  la  daré  jamás.  No  crea  usted  que  voy  a
      intimidarme  por  una  cosa  tan  disparatada.  Lo  que  Su  Señoría  quiere  es  que
      Darcy se case con su hija; pero si yo le hiciese a usted la promesa que ansía,
      ¿resultaría más probable ese matrimonio? Supongamos que esté interesado por
      mí; ¿si yo me negara a aceptar su mano, cree usted que iría a ofrecérsela a su
      prima?  Permítame  decirle,  lady  Catherine,  que  los  argumentos  en  que  ha
      apoyado usted su extraordinaria exigencia han sido tan frívolos como irreflexiva
      la  exigencia.  Se  ha  equivocado  usted  conmigo  enormemente,  si  se  figura  que
      puedo dejarme convencer por semejantes razones. No sé hasta qué punto podrá
      aprobar su sobrino la intromisión de usted en sus asuntos; pero desde luego no
      tiene usted derecho a meterse en los míos. Por consiguiente, le suplico que no me
      importune más sobre esta cuestión.
        —No se precipite, por favor, no he terminado todavía. A todas las objeciones
      que he expuesto, tengo que añadir otra más. No ignoro los detalles del infame
      rapto de su hermana menor. Lo sé todo. Sé que el muchacho se casó con ella
      gracias a un arreglo hecho entre su padre y su tío. ¿Y esa mujer ha de ser la
      hermana  de  mi  sobrino?  Y  su  marido,  el  hijo  del  antiguo  administrador  de  su
      padre, ¿se ha de convertir en el hermano de Darcy? ¡Por todos los santos! ¿Qué
      se cree usted? ¿Han de profanarse así los antepasados de Pemberley?
        —Ya lo ha dicho usted todo —contestó Elizabeth indignada—. Me ha insultado
      de todas las formas posibles. Le ruego que volvamos a casa.
        Y al decir esto se levantó. Lady Catherine se levantó también y regresaron.
      Su Señoría estaba hecha una furia.
        —¿Así,  pues,  no  tiene  usted  ninguna  consideración  a  la  honra  y  a  la
      reputación de mi sobrino? ¡Criatura insensible y egoísta! ¿No repara en que si se
      casa con usted quedará desacreditado a los ojos de todo el mundo?
        —Lady Catherine, no tengo nada más que decir. Ya sabe cómo pienso.
        —¿Está usted, pues, decidida a conseguirlo?
        —No he dicho tal cosa. No estoy decidida más que a proceder del modo que
      crea más conveniente para mi felicidad sin tenerla en cuenta a usted ni a nadie
      que tenga tan poco que ver conmigo.
        —Muy bien. Entonces se niega usted a complacerme. Rehúsa usted obedecer
      al imperio del deber, del honor y de la gratitud. Está usted determinada a rebajar
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