Page 250 - Libro Orgullo y Prejuicio
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obstáculo para que yo me casara con su sobrino, tenga por seguro que no dejaría
      de efectuarse nuestra boda por suponer que su madre y su tía deseaban que se
      uniese  con  la  señorita  de  Bourgh.  Ustedes  dos  hicieron  lo  que  pudieron  con
      proyectar  ese  matrimonio,  pero  su  realización  depende  de  otros.  Si  el  señor
      Darcy no se siente ligado a su prima ni por el honor ni por la inclinación, ¿por qué
      no  habría  de  elegir  a  otra?  Y  si  soy  yo  la  elegida,  ¿por  qué  no  habría  de
      aceptarlo?
        —Porque se lo impiden el honor, el decoro, la prudencia e incluso el interés.
      Sí,  señorita  Bennet,  el  interés;  porque  no  espere  usted  ser  reconocida  por  la
      familia o los amigos de Darcy si obra usted tercamente contra la voluntad de
      todos. Será usted censurada, desairada y despreciada por todas las relaciones de
      Darcy. Su enlace será una calamidad; sus nombres no serán nunca pronunciados
      por ninguno de nosotros.
        —Graves desgracias son ésas —replicó Elizabeth—. Pero la esposa del señor
      Darcy gozará seguramente de tales venturas que podrá a pesar de todo sentirse
      muy satisfecha.
        —¡Ah,  criatura  tozuda  y  obstinada!  ¡Me  da  usted  vergüenza!  ¿Es  esa  su
      gratitud por mis atenciones en la pasada primavera? Sentémonos. Ha de saber
      usted, señorita Bennet, que he venido aquí con la firme resolución de conseguir
      mi propósito. No me daré por vencida. No estoy acostumbrada a someterme a
      los caprichos de nadie; no estoy hecha a pasar sinsabores.
        —Esto puede que haga más lastimosa la situación actual de Su Señoría, pero a
      mí no me afecta.
        —¡No quiero que me interrumpa! Escuche usted en silencio. Mi hija y mi
      sobrino han sido formados el uno para el otro. Por línea materna descienden de la
      misma  ilustre  rama,  y  por  la  paterna,  de  familias  respetables,  honorables  y
      antiguas,  aunque  sin  título.  La  fortuna  de  ambos  lados  es  espléndida.  Están
      destinados  el  uno  para  el  otro  por  el  voto  de  todos  los  miembros  de  sus  casas
      respectivas;  y  ¿qué  puede  separarlos?  Las  intempestivas  pretensiones  de  una
      muchacha  de  humilde  cuna  y  sin  fortuna.  ¿Cómo  puede  admitirse?  ¡Pero  no
      ocurrirá!  Si  velara  por  su  propio  bien,  no  querría  salir  de  la  esfera  en  que  ha
      nacido.
        —Al  casarme  con  su  sobrino  no  creería  salirme  de  mi  esfera.  Él  es  un
      caballero y yo soy hija de otro caballero; por consiguiente, somos iguales.
        —Así es; usted es hija de un caballero. Pero ¿quién es su madre? ¿Quiénes
      son sus tíos y tías? ¿Se figura que ignoro su condición?
        —Cualesquiera que sean mis parientes, si su sobrino no tiene nada que decir
      de ellos, menos tiene que decir usted —repuso Elizabeth.
        Dígame de una vez por todas, ¿está usted comprometida con él?
        Aunque por el mero deseo de que se lo agradeciese lady Catherine, Elizabeth
      no habría contestado a su pregunta; no pudo menos que decir, tras un instante de
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