Page 246 - Libro Orgullo y Prejuicio
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—¿Creerás, Elizabeth, que al irse a la capital el pasado noviembre me amaba
de veras y sólo la certeza de que me era indiferente le impidió volver?
—Se equivocó un poquito, en realidad; pero esto habla muy en favor de su
modestia.
Esto indujo a Jane, naturalmente, a hacer un panegírico de la falta de
presunción de su novio y del poco valor que daba a sus propias cualidades.
Elizabeth se alegró de que no hubiese traicionado a su amigo hablándole de la
intromisión de éste, pues a pesar de que Jane poseía el corazón más generoso y
propenso al perdón del mundo, esto podía haber creado en ella algún prejuicio
contra Darcy.
—Soy indudablemente la criatura más afortunada de la tierra —exclamó
Jane—. ¡Oh, Lizzy, qué pena me da ser la más feliz de la casa! ¡Si por lo menos
tú también lo fueses! ¡Si hubiera otro hombre como Bingley para ti!
—Aunque me dieras cuarenta como él nunca sería tan dichosa como tú.
Mientras no tenga tu carácter, jamás podré disfrutar de tanta felicidad. No, no;
déjame como estoy. Si tengo buena suerte, puede que con el tiempo encuentre
otro Collins.
El estado de los asuntos de la familia de Longbourn no podía permanecer en
secreto. La señora Bennet tuvo el privilegio de comunicarlo a la señora Philips y
ésta se lanzó a pregonarlo sin previo permiso por las casas de todos los vecinos de
Meryton.
Los Bennet no tardaron en ser proclamados la familia más afortunada del
mundo, a pesar de que pocas semanas antes, con ocasión de la fuga de Lydia, se
les había considerado como la gente más desgraciada de la tierra.