Page 35 - Libro Orgullo y Prejuicio
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sonrisa muy expresiva. Elizabeth quiso decir algo para cambiar de conversación
y le preguntó a su madre si Charlotte Lucas había estado en Longbourn desde que
ella se había ido.
—Sí, nos visitó ayer con su padre. ¡Qué hombre tan agradable es sir William!
¿Verdad, señor Bingley? ¡Tan distinguido, tan gentil y tan sencillo! Siempre tiene
una palabra agradable para todo el mundo. Esa es la idea que yo tengo de lo que
es la buena educación; esas personas que se creen muy importantes y nunca
abren la boca, no tienen idea de educación.
—¿Cenó Charlotte con vosotros?
—No, se fue a casa. Creo que la necesitaban para hacer el pastel de carne.
Lo que es yo, señor Bingley, siempre tengo sirvientes que saben hacer su trabajo.
Mis hijas están educadas de otro modo. Pero cada cual que se juzgue a sí mismo.
Las Lucas son muy buenas chicas, se lo aseguro. ¡Es una pena que no sean
bonitas! No es que crea que Charlotte sea muy fea; en fin, sea como sea, es muy
amiga nuestra.
—Parece una joven muy agradable —dijo Bingley.
—¡Oh! Sí, pero debe admitir que es bastante feúcha. La misma lady Lucas lo
dice muchas veces, y me envidia por la belleza de Jane. No me gusta alabar a
mis propias hijas, pero la verdad es que no se encuentra a menudo a alguien tan
guapa como Jane. Yo no puedo ser imparcial, claro; pero es que lo dice todo el
mundo. Cuando sólo tenía quince años, había un caballero que vivía en casa de
mi hermano Gardiner en la ciudad, y que estaba tan enamorado de Jane que mi
cuñada aseguraba que se declararía antes de que nos fuéramos. Pero no lo hizo.
Probablemente pensó que era demasiado joven. Sin embargo, le escribió unos
versos, y bien bonitos que eran.
—Y así terminó su amor —dijo Elizabeth con impaciencia—. Creo que ha
habido muchos que lo vencieron de la misma forma. Me pregunto quién sería el
primero en descubrir la eficacia de la poesía para acabar con el amor.
—Yo siempre he considerado que la poesía es el alimento del amor —dijo
Darcy.
—De un gran amor, sólido y fuerte, puede. Todo nutre a lo que ya es fuerte
de por sí. Pero si es solo una inclinación ligera, sin ninguna base, un buen soneto
la acabaría matando de hambre.
Darcy se limitó a sonreír. Siguió un silencio general que hizo temer a
Elizabeth que su madre volviese a hablar de nuevo. La señora Bennet lo deseaba,
pero no sabía qué decir, hasta que después de una pequeña pausa empezó a
reiterar su agradecimiento al señor Bingley por su amabilidad con Jane y se
disculpó por las molestias que también pudiera estar causando Lizzy. El señor
Bingley fue cortés en su respuesta, y obligó a su hermana menor a ser cortés y a
decir lo que la ocasión requería. Ella hizo su papel, aunque con poca gracia, pero
la señora Bennet, quedó satisfecha y poco después pidió su carruaje. Al oír esto,