Page 57 - Libro Orgullo y Prejuicio
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más que nadie y Jane era el objeto principal de su conversación. En ese
momento, dijo, iban de camino a Longbourn para saber cómo se encontraba;
Darcy lo corroboró con una inclinación; y estaba procurando no fijar su mirada
en Elizabeth, cuando, de repente, se quedaron paralizados al ver al forastero. A
Elizabeth, que vio el semblante de ambos al mirarse, le sorprendió mucho el
efecto que les había causado el encuentro. Los dos cambiaron de calor, uno se
puso pálido y el otro colorado. Después de una pequeña vacilación, Wickham se
llevó la mano al sombrero, a cuyo saludo se dignó corresponder Darcy. ¿Qué
podría significar aquello? Era imposible imaginarlo, pero era también imposible
no sentir una gran curiosidad por saberlo.
Un momento después, Bingley, que pareció no haberse enterado de lo
ocurrido, se despidió y siguió adelante con su amigo.
Denny y Wickham continuaron paseando con las muchachas hasta llegar a la
puerta de la casa del señor Philips, donde hicieron las correspondientes
reverencias y se fueron a pesar de los insistentes ruegos de Lydia para que
entrasen y a pesar también de que la señora Philips abrió la ventana del vestíbulo
y se asomó para secundar a voces la invitación.
La señora Philips siempre se alegraba de ver a sus sobrinas. Las dos mayores
fueron especialmente bien recibidas debido a su reciente ausencia. Les expresó
su sorpresa por el rápido regreso a casa, del que nada habría sabido, puesto que
no volvieron en su propio coche, a no haberse dado la casualidad de encontrarse
con el mancebo del doctor Jones, quien le dijo que ya no tenía que mandar más
medicinas a Netherfield porque las señoritas Bennet se habían ido. Entonces Jane
le presentó al señor Collins a quien dedicó toda su atención. Le acogió con la más
exquisita cortesía, a la que Collins correspondió con más finura aún,
disculpándose por haberse presentado en su casa sin que ella hubiese sido
advertida previamente, aunque él se sentía orgulloso de que fuese el parentesco
con sus sobrinas lo que justificaba dicha intromisión. La señora Philips se quedó
totalmente abrumada con tal exceso de buena educación. Pero pronto tuvo que
dejar de lado a este forastero, por las exclamaciones y preguntas relativas al
otro. La señora Philips no podía decir a sus sobrinas más de lo que ya sabían: que
el señor Denny lo había traído de Londres y que se iba a quedar en la guarnición
del condado con el grado de teniente. Agregó que lo había estado observando
mientras paseaba por la calle; y si el señor Wickham hubiese aparecido entonces,
también Kitty y Lydia se habrían acercado a la ventana para contemplarlo, pero
por desgracia, en aquellos momentos no pasaban más que unos cuantos oficiales
que, comparados con el forastero, resultaban « unos sujetos estúpidos y
desagradables» . Algunos de estos oficiales iban a cenar al día siguiente con los
Philips, y la tía les prometió que le diría a su marido que visitase a Wickham para
que lo invitase también a él, si la familia de Longbourn quería venir por la noche.
Así lo acordaron, y la señora Philips les ofreció jugar a la lotería y tomar