Page 55 - Libro Orgullo y Prejuicio
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CAPÍTULO XV
El señor Collins no era un hombre inteligente, y a las deficiencias de su
naturaleza no las había ayudado nada ni su educación ni su vida social. Pasó la
mayor parte de su vida bajo la autoridad de un padre inculto y avaro; y aunque
fue a la universidad, sólo permaneció en ella los cursos meramente necesarios y
no adquirió ningún conocimiento verdaderamente útil. La sujeción con que le
había educado su padre, le había dado, en principio, gran humildad a su carácter,
pero ahora se veía contrarrestada por una vanidad obtenida gracias a su corta
inteligencia, a su vida retirada y a los sentimientos inherentes a una repentina e
inesperada prosperidad. Una afortunada casualidad le había colocado bajo el
patronato de lady Catherine de Bourgh, cuando quedó vacante la rectoría de
Hunsford, y su respeto al alto rango de la señora y la veneración que le inspiraba
por ser su patrona, unidos a un gran concepto de sí mismo, a su autoridad de
clérigo y a sus derechos de rector, le habían convertido en una mezcla de orgullo
y servilismo, de presunción y modestia.
Puesto que ahora ya poseía una buena casa y unos ingresos más que
suficientes, Collins estaba pensando en casarse. En su reconciliación con la
familia de Longbourn, buscaba la posibilidad de realizar su proyecto, pues tenía
pensado escoger a una de las hijas, en el caso de que resultasen tan hermosas y
agradables como se decía. Éste era su plan de enmienda, o reparación, por
heredar las propiedades del padre, plan que le parecía excelente, ya que era
legítimo, muy apropiado, a la par que muy generoso y desinteresado por su
parte.
Su plan no varió en nada al verlas. El rostro encantador de Jane le confirmó
sus propósitos y corroboró todas sus estrictas nociones sobre la preferencia que
debe darse a las hijas mayores; y así, durante la primera velada, se decidió
definitivamente por ella. Sin embargo, a la mañana siguiente tuvo que hacer una
alteración; pues antes del desayuno, mantuvo una conversación de un cuarto de
hora con la señora Bennet. Empezaron hablando de su casa parroquial, lo que le
llevó, naturalmente, a confesar sus esperanzas de que pudiera encontrar en
Longbourn a la que había de ser señora de la misma. Entre complacientes
sonrisas y generales estímulos, la señora Bennet le hizo una advertencia sobre
Jane: « En cuanto a las hijas menores, no era ella quien debía argumentarlo; no
podía contestar positivamente, aunque no sabía que nadie les hubiese hecho
proposiciones; pero en lo referente a Jane, debía prevenirle, aunque, al fin y al
cabo, era cosa que sólo a ella le incumbía, de que posiblemente no tardaría en
comprometerse.»
Collins sólo tenía que sustituir a Jane por Elizabeth; y, espoleado por la señora
Bennet, hizo el cambio rápidamente. Elizabeth, que seguía a Jane en edad y en
belleza, fue la nueva candidata.