Page 52 - Libro Orgullo y Prejuicio
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CAPÍTULO XIV
      El señor Bennet apenas habló durante la cena; pero cuando ya se habían retirado
      los criados, creyó que había llegado el momento oportuno para conversar con su
      huésped. Comenzó con un tema que creía sería de su agrado, y le dijo que había
      tenido mucha suerte con su patrona. La atención de lady Catherine de Bourgh a
      sus  deseos  y  su  preocupación  por  su  bienestar  eran  extraordinarios.  El  señor
      Bennet no pudo haber elegido nada mejor. El señor Collins hizo el elogio de lady
      Catherine  con  gran  elocuencia.  El  tema  elevó  la  solemnidad  usual  de  sus
      maneras,  y,  dándose  mucha  importancia,  afirmó  que  nunca  había  visto  un
      comportamiento como el suyo en una persona de su alcurnia ni tal afabilidad y
      condescendencia. Se había dignado dar su aprobación a los dos sermones que ya
      había tenido el honor de pronunciar en su presencia; le había invitado a comer
      dos veces en Rosings, y el mismo sábado anterior mandó a buscarle para que
      completase su partida de cuatrillo durante la velada. Conocía a muchas personas
      que tenían a lady Catherine por orgullosa, pero él no había visto nunca en ella
      más que afabilidad. Siempre le habló como lo haría a cualquier otro caballero; no
      se oponía a que frecuentase a las personas de la vecindad, ni a que abandonase
      por una o dos semanas la parroquia a fin de ir a ver a sus parientes. Siempre tuvo
      a  bien  recomendarle  que  se  casara  cuanto  antes  con  tal  de  que  eligiese  con
      prudencia,  y  le  había  ido  a  visitar  a  su  humilde  casa,  donde  aprobó  todos  los
      cambios que él había hecho, llegando hasta sugerirle alguno ella misma, como,
      por ejemplo, poner algunas repisas en los armarios de las habitaciones de arriba.
        —Todo eso está muy bien y es muy cortés por su parte —comentó la señora
      Bennet—.  Debe  ser  una  mujer  muy  agradable.  Es  una  pena  que  las  grandes
      damas en general no se parezcan mucho a ella. ¿Vive cerca de usted?
        —Rosings Park, residencia de Su Señoría, está sólo separado por un camino
      de la finca en la que está ubicada mi humilde casa.
        —Creo que dijo usted que era viuda. ¿Tiene familia?
        —No tiene más que una hija, la heredera de Rosings y de otras propiedades
      extensísimas.
        —¡Ay!  —suspiró  la  señora  Bennet  moviendo  la  cabeza—.  Está  en  mejor
      situación que muchas otras jóvenes. ¿Qué clase de muchacha es? ¿Es guapa?
        —Es realmente una joven encantadora. La misma lady Catherine dice que,
      haciendo honor a la verdad, en cuanto a belleza se refiere, supera con mucho a
      las más hermosas de su sexo; porque hay en sus facciones ese algo que revela en
      una  mujer  su  distinguida  cuna.  Por  desgracia  es  de  constitución  enfermiza,  lo
      cual le ha impedido progresar en ciertos aspectos de su educación que, a no ser
      por eso, serían muy notables, según me ha informado la señora que dirigió su
      enseñanza y que aún vive con ellas. Pero es muy amable y a menudo tiene la
      bondad de pasar por mi humilde residencia con su pequeño faetón y sus jacas.
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