Page 64 - Libro Orgullo y Prejuicio
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que he pasado entreteniéndola! Pero ahora me es indiferente. Es una hermosa
muchacha de quince o dieciséis años, creo que muy bien educada. Desde la
muerte de su padre vive en Londres con una institutriz.
Después de muchas pausas y muchas tentativas de hablar de otros temas,
Elizabeth no pudo evitar volver a lo primero, y dijo:
—Lo que me asombra es su amistad con el señor Bingley. ¿Cómo puede el
señor Bingley, que es el buen humor personificado, y es, estoy convencida,
verdaderamente amable, tener algo que ver con un hombre como el señor
Darcy? ¿Cómo podrán llevarse bien? ¿Conoce usted al señor Bingley?
—No, no lo conozco.
—Es un hombre encantador, amable, de carácter dulce. No debe saber cómo
es en realidad el señor Darcy.
—Probablemente no; pero el señor Darcy sabe cómo agradar cuando le
apetece. No necesita esforzarse. Puede ser una compañía de amena
conversación si cree que le merece la pena. Entre la gente de su posición es muy
distinto de como es con los inferiores. El orgullo no le abandona nunca, pero con
los ricos adopta una mentalidad liberal, es justo, sincero, razonable, honrado y
hasta quizá agradable, debido en parte a su fortuna y a su buena presencia.
Poco después terminó la partida de whist y los jugadores se congregaron
alrededor de la otra mesa. Collins se situó entre su prima Elizabeth y la señora
Philips. Ésta última le hizo las preguntas de rigor sobre el resultado de la partida.
No fue gran cosa; había perdido todos los puntos. Pero cuando la señora Philips le
empezó a decir cuánto lo sentía, Collins le aseguró con la mayor gravedad que no
tenía ninguna importancia y que para él el dinero era lo de menos, rogándole que
no se inquietase por ello.
—Sé muy bien, señora —le dijo—, que cuando uno se sienta a una mesa de
juego ha de someterse al azar, y afortunadamente no estoy en circunstancias de
tener que preocuparme por cinco chelines. Indudablemente habrá muchos que
no puedan decir lo mismo, pero gracias a lady Catherine de Bourgh estoy lejos
de tener que dar importancia a tales pequeñeces.
A Wickham le llamó la atención, y después de observar a Collins durante unos
minutos le preguntó en voz baja a Elizabeth si su pariente era amigo de la familia
de Bourgh.
Lady Catherine de Bourgh le ha dado hace poco una rectoría —contestó—.
No sé muy bien quién los presentó, pero no hace mucho tiempo que la conoce.
—Supongo que sabe que lady Catherine de Bourgh y lady Anne Darcy eran
hermanas, y que, por consiguiente, lady Catherine es tía del actual señor Darcy.
—No, ni idea; no sabía nada de la familia de lady Catherine. No tenía noción de
su existencia hasta hace dos días.
—Su hija, la señorita de Bourgh, heredará una enorme fortuna, y se dice que
ella y su primo unirán las dos haciendas.