Page 65 - Libro Orgullo y Prejuicio
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Esta noticia hizo sonreír a Elizabeth al pensar en la pobre señorita Bingley. En
vano eran, pues, todas sus atenciones, en vano e inútil todo su afecto por la
hermana de Darcy y todos los elogios que de él hacía si ya estaba destinado a
otra.
—El señor Collins —dijo Elizabeth— habla muy bien de lady Catherine y de
su hija; pero por algunos detalles que ha contado de Su Señoría, sospecho que la
gratitud le ciega y que, a pesar de ser su protectora, es una mujer arrogante y
vanidosa.
—Creo que es ambas cosas, y en alto grado —respondió Wickham—. Hace
muchos años que no la veo, pero recuerdo que nunca me gustó y que sus
modales eran autoritarios e insolentes. Tiene fama de ser juiciosa e inteligente;
pero me da la sensación de que parte de sus cualidades se derivan de su rango y
su fortuna; otra parte, de su despotismo, y el resto, del orgullo de su sobrino que
cree que todo el que esté relacionado con él tiene que poseer una inteligencia
superior.
Elizabeth reconoció que la había retratado muy bien, y siguieron charlando
juntos hasta que la cena puso fin al juego y permitió a las otras señoras participar
de las atenciones de Wickham. No se podía entablar una conversación, por el
ruido que armaban los comensales del señor Philips; pero sus modales
encantaron a todo el mundo. Todo lo que decía estaba bien dicho y todo lo que
hacía estaba bien hecho. Elizabeth se fue prendada de él. De vuelta a casa no
podía pensar más que en el señor Wickham y en todo lo que le había dicho; pero
durante todo el camino no le dieron oportunidad ni de mencionar su nombre, ya
que ni Lydia ni el señor Collins se callaron un segundo. Lydia no paraba de hablar
de la lotería, de lo que había perdido, de lo que había ganado; y Collins, con
elogiar la hospitalidad de los Philips, asegurar que no le habían importado nada
sus pérdidas en el whist, enumerar todos los platos de la cena y repetir
constantemente que temía que por su culpa sus primas fuesen apretadas, tuvo
más que decir de lo que habría podido antes de que el carruaje parase delante de
la casa de Longbourn.