Page 66 - Libro Orgullo y Prejuicio
P. 66

CAPÍTULO XVII
      Al día siguiente Elizabeth le contó a Jane todo lo que habían hablado Wickham y
      ella. Jane escuchó con asombro e interés. No podía creer que Darcy fuese tan
      indigno de la estimación de Bingley; y, no obstante, no se atrevía a dudar de la
      veracidad  de  un  hombre  de  apariencia  tan  afable  como  Wickham.  La  mera
      posibilidad de que hubiese sufrido semejante crueldad era suficiente para avivar
      sus más tiernos sentimientos; de modo que no tenía más remedio que no pensar
      mal  ni  del  uno  ni  del  otro,  defender  la  conducta  de  ambos  y  atribuir  a  la
      casualidad o al error lo que de otro modo no podía explicarse.
        —Tengo  la  impresión  —decía—  de  que  ambos  han  sido  defraudados,  son
      personas,  de  algún  modo  decepcionadas  por  algo  que  nosotras  no  podemos
      adivinar.  Quizá  haya  sido  gente  interesada  en  tergiversar  las  cosas  la  que  los
      enfrentó. En fin, no podemos conjeturar las causas o las circunstancias que los
      han separado sin que ni uno ni otro sean culpables.
        —Tienes mucha razón; y dime, mi querida Jane: ¿Qué tienes que decir en
      favor  de  esa  gente  interesada  que  probablemente  tuvo  que  ver  en  el  asunto?
      Defiéndelos también, si no nos veremos obligadas a hablar mal de alguien.
        —Ríete  de  mí  todo  lo  que  quieras,  pero  no  me  harás  cambiar  de  opinión.
      Querida Lizzy, ten en cuenta en qué lugar tan deshonroso sitúa al señor Darcy;
      tratar así al favorito de su padre, a alguien al que él había prometido darle un
      porvenir. Es imposible. Nadie medianamente bueno, que aprecie algo el valor de
      su conducta, es capaz de hacerlo. ¿Es posible que sus amigos más íntimos estén
      tan engañados respecto a él? ¡Oh, no!
        —Creo que es más fácil que la amistad del señor Bingley sea impuesta que el
      señor Wickham haya inventado semejante historia con nombres, hechos, y que
      la cuente con tanta naturalidad. Y si no es así, que sea el señor Darcy el que lo
      niegue. Además, había sinceridad en sus ojos.
        —Es realmente difícil, es lamentable. Uno no sabe qué pensar.
        —Perdona; uno sabe exactamente qué pensar.
        Las  dos  jóvenes  charlaban  en  el  jardín  cuando  fueron  a  avisarles  de  la
      llegada de algunas de las personas de las que estaban justamente hablando. El
      señor  Bingley  y  sus  hermanas  venían  para  invitarlos  personalmente  al  tan
      esperado baile de Netherfield que había sido fijado para el martes siguiente. Las
      Bingley se alegraron mucho de ver a su querida amiga, les parecía que había
      pasado un siglo desde que habían estado juntas y continuamente le preguntaban
      qué había sido de ella desde su separación. Al resto de la familia les prestaron
      poca  atención,  a  la  señora  Bennet  la  evitaron  todo  lo  que  les  fue  posible,  con
      Elizabeth hablaron muy poco y a las demás ni siquiera les dirigieron la palabra.
      Se  fueron  en  seguida,  levantándose  de  sus  asientos  con  una  rapidez  que  dejó
      pasmado a su hermano, salieron con tanta prisa que parecían estar impacientes
   61   62   63   64   65   66   67   68   69   70   71