Page 67 - Libro Orgullo y Prejuicio
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por escapar de las atenciones de la señora Bennet.
La perspectiva del baile de Netherfield resultaba extraordinariamente
apetecible a todos los miembros femeninos de la familia. La señora Bennet lo
tomó como un cumplido dedicado a su hija mayor y se sentía particularmente
halagada por haber recibido la invitación del señor Bingley en persona y no a
través de una ceremoniosa tarjeta. Jane se imaginaba una feliz velada en
compañía de sus dos amigas y con las atenciones del hermano, y Elizabeth
pensaba con deleite en bailar todo el tiempo con el señor Wickham y en ver
confirmada toda la historia en las miradas y el comportamiento del señor Darcy.
La felicidad que Catherine y Lydia anticipaban dependía menos de un simple
hecho o de una persona en particular, porque, aunque las dos, como Elizabeth,
pensaban bailar la mitad de la noche con Wickham, no era ni mucho menos la
única pareja que podía satisfacerlas, y, al fin y al cabo, un baile era un baile.
Incluso Mary llegó a asegurar a su familia que tampoco a ella le disgustaba la
idea de ir.
—Mientras pueda tener las mañanas para mí —dijo—, me basta. No me
supone ningún sacrificio aceptar ocasionalmente compromisos para la noche.
Todos nos debemos a la sociedad, y confieso que soy de los que consideran que
los intervalos de recreo y esparcimiento son recomendables para todo el mundo.
Elizabeth estaba tan animada por la ocasión, que a pesar de que no solía
hablarle a Collins más que cuando era necesario, no pudo evitar preguntarle si
tenía intención de aceptar la invitación del señor Bingley y si así lo hacía, si le
parecía procedente asistir a fiestas nocturnas. Elizabeth se quedó sorprendida
cuando le contestó que no tenía ningún reparo al respecto, y que no temía que el
arzobispo ni lady Catherine de Bourgh le censurasen por aventurarse al baile.
—Le aseguro que en absoluto creo —dijo— que un baile como éste,
organizado por hombre de categoría para gente respetable, pueda tener algo de
malo. No tengo ningún inconveniente en bailar y espero tener el honor de hacerlo
con todas mis bellas primas. Aprovecho ahora esta oportunidad para pedirle,
precisamente a usted, señorita Elizabeth, los dos primeros bailes, preferencia que
confío que mi prima Jane sepa atribuir a la causa debida, y no a un desprecio
hacia ella.
Elizabeth se quedó totalmente desilusionada. ¡Ella que se había propuesto
dedicar esos dos bailes tan especiales al señor Wickham! ¡Y ahora tenía que
bailarlos con el señor Collins! Había elegido mal momento para ponerse tan
contenta. En fin, ¿qué podía hacer? No le quedaba más remedio que dejar su
dicha y la de Wickham para un poco más tarde y aceptar la propuesta de Collins
con el mejor ánimo posible. No le hizo ninguna gracia su galantería porque detrás
de ella se escondía algo más. Por primera vez se le ocurrió pensar que era ella la
elegida entre todas las hermanas para ser la señora de la casa parroquial de
Hunsford y para asistir a las partidas de cuatrillo de Rosings en ausencia de