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MANIFIESTO DEL SOCIALISMO NUEVO





                  LA NUEVA NACIÓN





        En contra del socialismo de control que con el mito de un régimen mundial relegó los derechos nacionales, como se puso de manifiesto con
        las invasiones de la URSS a Hungría en 1956, a Checoslovaquia en 1968, a Afganistán en 1979, así como en sus propios conflictos internos; y en
        contra de la pretensión de los imperios del capital para repartirse el dominio de las pueblos, el socialismo nuevo sostiene el pleno derecho de las
        naciones a su autodeterminación.

        Actualmente, para frenar la destrucción globalizadora neoliberal el camino es construir un nuevo orden mundial donde las naciones tengan ga-
        rantizado el poder soberano para ordenar con autonomía su tecnología, su mercado, su producción y su vida interna, sin interferencia externa
        alguna.

        A diferencia de las naciones que resuelven sus conflictos con la imposición étnica, México y Latinoamérica nacieron a su independencia con múl-
        tiples grupos de iguales derechos. La exclusión étnica no cabe entre nosotros como forma de vida nacional. Una nación moderna debe superar
        los obstáculos de religión, ascendencia de sangre, herencia o cualquier otra formación natural que genere escisiones irreconciliables entre sus
        componentes.

        Por esa condición especial, desde comienzos del siglo XIX la posesión de un territorio y estado común, la coexistencia de lenguas, culturas y cos-
        tumbres diferentes, es base de la comunidad política nacional. Luego de las invasiones de EU (1846-48), de Francia (1862-67), y la penetración
        económica extranjera en el porfiriato, México rescató en la Revolución de l910 sus bienes territoriales con el artículo 27 de la Constitución. La
        propiedad nacional sobre los recursos naturales, sin embargo, no es suficiente en nuestro tiempo. Como ya fue visto, los avances tecnológicos,
        los materiales y bienes intermedios, los procesos y medios de producción y la integración del mercado productivo, exigen a las naciones  contar
        con medios económicos, saber y trabajo competente. En pocas palabras: para constituir una nación soberana,  el socialismo nuevo propone una
        revolución tecnológica y económica que involucre al sistema financiero, la industria de bienes de capital, la educación e investigación superior, la
        cultura, el mercado interior, y con ellos iniciar una cruzada histórica por nuestra liberación.Actualmente, se debe salir de la falsa alternativa de la
        autosuficiencia y la dependencia imperial para ingresar en  la coparticipación internacional. La debilidad de una nación aislada para lograr este
        cambio histórico podrá superarse instalando empresas multinacionales de ciencia y tecnología, con inversiones nacionales proporcionales a la
        capacidad financiera de los países, a sus recursos de investigación, su dotación de materiales, etc.

        Relevancia especial tendrá la gestación de bases culturales que eleven el modo de vida, las necesidades, el  ambiente, la vida cotidiana e íntima
        y que sean una fuerza colectiva para construir una nueva nación.







                     LA NUEVA REPÚBLICA





        El mundo moderno abandonó la monarquía para erigirse en república, el espacio político que vela por el interés común. En el capitalismo este
        centro es escamoteado como el “interés de todos”, que es suma de los intereses privados. Es lo particular elevado a potencia general. Pero junto
        a la soberanía nacional y social, centros donde emergen fuerzas sociales originarias, el socialismo nuevo hace suyo el verdadero principio repu-
        blicano. Depositado dicho principio en el plano donde se intersectan las líneas del derecho, la cultura, las obras, el espíritu y la acción colectivas,
        irradia las fuerzas que deben orientar la producción, la educación, la vida institucional, intelectual y artística hacia el engrandecimiento común.

         Ese plano será la base de la república democrática de los trabajadores. Ajena a toda posesión y privilegio, habrá de propiciar la vida digna, justa
        y libre para la colectividad. No podrá ser propiedad de ninguna función o interés particular, pues será cimiento de México.  La nueva formación
        republicana recogerá las aportaciones que el esfuerzo histórico de México ha hecho, pero ubicadas en una entidad socialista, con los medios ac-
        tuales que harán más fuerte a la sociedad. Por eso retoma la bandera de la Independencia de Hidalgo y Morelos, pero sabe que, para sobrevivir
        en el concierto  internacional debe conquistar su autonomía asociándose con otras naciones para defenderse de la presión imperial.

        Retoma la bandera de la Reforma de Juárez, Ocampo,  Ramírez y Arriaga, pero sabe que la libertad de creencias y opiniones debe llegar a la con-
        quista de la verdad y que a las bases jurídicas de la sociedad civil debe agregarse el cambio de las relaciones de propiedad, de producción y de
        trabajo hasta reconocer la soberanía social, y que el estado laico debe reformarse de acuerdo con este último principio.

        Retoma la bandera de la Revolución de Carranza, Zapata,  y Villa con la protección económica del obrero y la emancipación del campesino de
        todo servilismo, a las que agrega la liberación del trabajo y su conversión en base general de la vida social.

        Especial importancia para la conciencia pública tendrá la fundación de la república del saber que, al sustituir  a la universidad profesionalista,
        conservará, organizará y promoverá el pensamiento, la cultura, la teoría, las técnicas, el arte y las obras del espíritu, según su propio objeto, sin
        subordinarlos al industrialismo y dándoles orientación humana, histórica, civil, pública y nacional.
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