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MANIFIESTO DEL SOCIALISMO NUEVO
IV. ¿QUE HACER?
Un siglo atrás, la pregunta ¿qué hacer? despertó a las vanguardias obreras. Hace tiempo que sirve para silenciar el pensar y bloquear la búsqueda
de los principios. Hoy se agranda: incluye el qué, sobre qué y para qué actuar. Las respuestas aisladas a esta pregunta no abarcan al todo social,
son simples y no comprenden la complejidad del mundo actual, son inmediatas y no trascienden al futuro. Buscan la unidad en lo superficial y
olvidan que sólo las fuerzas esenciales vuelven efectiva la existencia.
El socialismo nuevo no oculta sus convicciones. No se escuda en la ciencia para desacreditar las profecías, no cree tampoco que bastará “empu-
jar” al límite a los avances actuales para construir con ellos la nueva sociedad, pues a todas luces es necesario recomponer conscientemente el
mundo. No basa montarse en la cresta de la ola del devenir. Es inexcusable hacer patentes y discutir las bases del movimiento y, sobre todo, hacer
intervenir a los trabajadores en su debate y resolución. No debe olvidarse: su liberación final será obra de ellos mismoS.
1. DE LA PRÁCTICA A LA PRAXIS
Las prisas por hacer, hábito de las izquierdas, han conducido al accionalismo: actuar sin saber para qué. Su voluntarismo ciego acaba sirviendo a
lo establecido al encerrar la acción trabajadora en el círculo vicioso de las demandas civiles-ingreso-consumo-inflación-demandas... Su excusa es
la honrada intención de luchar por un “mundo mejor”, mientras el nivel de los problemas exige un mundo con nuevas bases.
La transformación histórica exige una acción histórica. Esta es la praxis. El horizonte de la praxis es la situación del mundo, no sólo los intereses
particulares de una clase, sector o grupo, aunque incluye a éstos. Sus bases de conciencia no son el fanatismo ni la ciencia, que en la acción es
técnica social, son el pensamiento y la razón universal comunes al género humano.
Su fin no es la mejoría temporal sino establecer nuevas formas de organización social, con validez firme, con modos de vida que aseguren la
libertad, la dignidad y la justicia en todas las instancias sociales.Entonces dicha transformación no se logra con la práctica, tarea reiterativa.
Tampoco basta la acción técnica de una vanguardia, calculada y dirigida por profesionales que conducen a los motoristas sociales o las masas
inconscientes. Pero la praxis histórica no desecha la acción inmediata para resolver los problemas urgentes; tampoco renuncia a la acción orga-
nizada y planeada por los estados mayores de los trabajadores. Al contrario, las convoca, orienta y dirige hacia los fines y las formas de acción
transformadoras.
En todo caso, supera la actividad reactiva o de reflejo ante las condiciones existentes, para tomar la iniciativa generadora de nuevas fuerzas,
propuestas y acciones efectivas. Algo debe tenerse presente: conquistar la libertad no es cuestión de seguir las leyes invariables de las cosas. Es
fundar lo nuevo, lo necesario y lo válido en un campo que, como el social, es susceptible de admitir múltiples formas; y cuyo contenido no es
sólo material, sino la trenza que enlaza las condiciones reales, la conciencia organizada y la praxis generadora de situaciones, mediadas entre sí.
Es actuar en el crisol de las fuerzas societarias, que son las fuentes de poder para liberar el trabajo y consumar el destino del género humano. Allí
se gestan los principios que irrumpen para volverse bases de la nueva sociedad. Su plano de actividad son las tendencias universales, que deben
ser asumidas y conducidas por la estrategia de la liberación ideológica y organizativa de la clase obrera.
2. LAS TENDENCIAS, CONDICIONES DE LA ACCIÓN
Aun cuando las condiciones parezcan cerradas y no abran oportunidades a la acción, según se pone en evidencia con los sistemas políticos,
la represión imperial y el control obrero, hay fuerzas latentes que transcurren en la profundidad, fuera de alcance del sentido común. Dichas
fuerzas son las tendencias. Son componentes del mundo que tienen una dirección (progresiva o regresiva), pero cuya consumación no es fatal
y depende de la intervención del ser humano que les impone su orientación y sus fines. Por tanto, los problemas no se resuelven plegándose a
la necesidad de las cosas, es obligación de las fuerzas transformadoras conocer dichas tendencias y conducirlas hacia el mundo nuevo. De allí el
llamado permanente para ejercer la conciencia y la acción en las batallas.