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MANIFIESTO DEL SOCIALISMO NUEVO







                 III. EN LAS TRINCHERAS DEL TRABAJO






                                                                                                                                         EN LAS TRINCHERAS DEL TRABAJO




        Fuera del campo de combate, los alienados que viven del trabajo pero gravitan sobre los amos, y los desesperados por el hambre, en su incons-
        ciencia se preguntan: ¿por qué proponerse cambiar la historia?

        La cuestión late también en izquierdistas de clase media, quienes afirman que “el socialismo ha muerto”. Luego de militar en sus filas, con sus
        intenciones frustradas y sin admitir sus errores, ven en su crisis la ocasión para desertar.

        Mientras tanto, en las trincheras del trabajo, unos, preocupados por la “derechización”, juegan a la oposición y aspiran al poder para “mejorar”
        las cosas. Su astucia les aconseja ser “prácticos”, no ir más allá de las pequeñas demandas, para que los inconscientes no se espanten. Ante todo,
        se pronuncian contra la teoría. De ese modo vacunan a sus seguidores contra la reflexión. Otros, suplantando a los trabajadores, pregonan el
        activismo de selectas minorías, esperando arrastrar a las masas tras ellos. Los viejos socialistas, que aún no salen del estupor causado por la ca-
        tástrofe del socialismo de control, se aprestan a “reconstruir” el socialismo, levantan las viejas banderas con la mano del heroísmo en una época
        que ha cambiado los problemas, las tendencias y las soluciones.  En esas filas se incrustan: el populismo al que basta demandar la subsistencia,
        el civilismo que pugna por mejorar las condiciones de vida, y el clientelismo que presta servicios de gestoría social a cambio del voto.

              Ante ellos, el socialismo nuevo afirma en primera línea:

        . El trabajo actual abarca los operarios, técnicos y profesionales de la agricultura, la industria y los servicios, y es inseparable de los sistemas ener-
        géticos, de la tecnología, la economía, la educación, el estado y el derecho. Su liberación, por tanto, sólo es posible cambiando las condiciones
        generales de vida.

        . En esta época no es suficiente, como en el siglo XIX, tener la fuerza numérica y ser motor de la producción, tampoco ser un factor técnico y
        sujeto de consumo del siglo XX. El reto presente es constituirse en vanguardia, asumiendo los principios, la organización y los fines de la sociedad
        para ejercer la acción histórica.

        . La política moderna tiene su campo en la república y la nación. Su poder nace de la soberanía social, que es la fuente donde manan las fuerzas,
        los fines y el pensamiento que dan existencia al pueblo. En la incomprensión de estas bases radica el fracaso de las anteriores ideologías: la re-
        belión espontánea, la protesta, la oposición, el sindicalismo economista, el consumismo, el socialismo de control.


        Son corrientes que acuden a los desposeídos, e incluso apelan al resentimiento y la envidia de quienes no hacen mayor intento por mejorar y
        desearían, con un golpe mágico, vivir en el paraíso: sin trabajar, sin pensar, sin construir. Nada de esto es extraño. En el anverso de la baraja cada
        segmento social lucha por su interés y arrebata su parte. Los medios de comunicación los refieren como “estallidos” que “sensibilizan” y mode-
        ran el salvajismo del poder. Las ideologías aludidas son ecos de esta situación. En el reverso, el trabajador se vuelve mera función de ingreso, su
        ideología es el entretenimiento y la diversión. En lugar de ir a la cabeza de la historia, va a la zaga. Envilecido, se espanta y cree arriesgar su vida
        y sus mezquinas posesiones cuando el fantasma de la lucha de clases ronda las fábricas y turba su quietud. En tanto, hace que sus hijos olviden
        su origen social. Los entrega a la tutela de la escuela superior que destruye su alma y los alinea en las filas del enemigo de clase.



         En conclusión: esta batalla exige tomar posición  en el  horizonte de la humanidad y el mundo; exige marchar a la vanguardia del poder de los
          pueblos; exige abandonar la práctica rutinaria para empuñar el arma de la praxis creadora de formas de organización social y modos de vida;
          exige rehacer el campo de lucha con las fuerzas de la justicia, la dignidad y la libertad; exige que los combates pasen de la sociedad civil a la
                                                                          política.
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