Page 16 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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Shelley facilitaba a su «maestro» con innegable generosidad préstamos a fondo
perdido, pues consideraba nefasta la propiedad individual. Pero cuando Godwin
descubrió el romance entre el poeta y su hija, su enojo fue mayúsculo. El
librepensador, el radical, el profeta del amor libre sin remordimientos religiosos, sin
compromisos legales, baqueteado por la sociedad de su tiempo y doblegado ante la
influencia de su vulgar esposa, se había transformado en un moralista. Godwin se
sintió traicionado y, apelando a su sentido del honor, recordó a Shelley que era un
hombre casado con hijos.
En efecto, Harriet Westbrook Shelley, hija de un altivo burgués de Bath, era,
según Hogg; «… adorable, brillante, resplandeciente, radiante de juventud, salud y
belleza». Se casó con el poeta inmediatamente después de su expulsión de Oxford, y
tuvieron dos hijos, Elisabeth Ianthe, nacida en 1813, y Charles Bysshe, nacido en
1814. Harriet intentó por todos los medios ser una digna esposa, pero la constante
presencia en el hogar de Shelley de su cuñada Eliza y de sus amigas, sumado a la
convencional vida burguesa que Harriet le ofrecía, provocaron la huida del poeta tras
el nacimiento de su primer hijo. «Me siento como si estuviese unido a un cuerpo sin
vida, en la más horrible y degradante comunión. Si no me es posible renunciar a mí
mismo, creo que es preferible no continuar defraudando a mi esposa», escribió
Shelley en su diario. Semanas después, para argumentar su abandono del hogar,
Shelley le remitió a Harriet una triste carta donde podía leerse: «… ya que el
fundamento de nuestra relación ha sido la amistad y no la pasión, y sobre aquella se
ha fortalecido y estrechado, nadie puede reprocharte que no hayas conseguido llenar
mi corazón por completo, y porque tú desconoces lo que significa el apasionamiento,
y este sentimiento tal vez solo puede despertarlo alguien mejor que yo. Entonces
encontrarás un amante apasionado y entregado, como tienes en mí a un amigo sincero
y afectuoso». Harriet, al recibir esta carta, presionó a Godwin para que prohibiera a
Shelley visitar a Mary. Mary, ante las exigencias de su padre, fue a ver a Harriet
acompañada de su hermanastra Claire para afirmar que «no sabía que Shelley
estuviese enamorado de mí».
Sin duda, Shelley estaba fascinado por la serena belleza «helénica» de Mary. Pero
también existía un claro factor intelectual, o si se prefiere, de afinidades personales y
artísticas. Leigh Hunt (1784-1859), poeta, periodista y esposo de Marianne, una de
las grandes amigas de Mary, dijo de ella que «poseía una inteligencia digna de un
hombre». Edward John Trelawny (1792-1881), escritor y aventurero, gran amigo de
Percy B. Shelley y Lord Byron, describió con estas palabras la etérea apariencia física
de Mary: «El rasgo más sobresaliente de su rostro eran sus serenos ojos grises. De
estatura inferior a la media de las mujeres inglesas; tenía el pelo muy claro, era
ingeniosa, sociable y alegre en compañía de amigos, aunque triste en solitario. Al
igual que Shelley, aunque en menor medida, se expresaba con una riqueza verbal y
una precisión nacidas de su conocimiento de las obras de los grandes escritores. Este
dominio de la lengua resultaba aún más asombroso cuando se comparaba con el
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