Page 29 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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fue aceptada. Éramos cuatro. El noble autor comenzó un relato, un fragmento del cual
ha sido publicado al final de su poema Mazzepa. Shelley, más apto para encarnar
ideas y sentimientos en el brillo de las imágenes y en la música de los versos más
melodiosos que adornan nuestra lengua que para inventar el mecanismo de una
historia, comenzó una sobre las experiencias de su primera vida. El pobre Polidori
tuvo una especie de idea horrible sobre una mujer con cabeza de calavera que había
sido castigada por espiar a través de un agujero —el qué no me acuerdo: algo muy
espantoso y malo, por supuesto—, pero cuando quedó reducida a una condición peor
que la del famoso Tom de Coventry [32] ya no supo qué hacer con ella Incluso los dos
ilustres poetas, aburridos de la vulgaridad de la prosa, abandonaron muy pronto la
que para ellos era una tarea poco agradable». Y mucho más sobrio y enigmático, John
William Polidori relata los acontecimientos en su diario de la siguiente forma: «17 de
junio / Voy a la ciudad, cenamos con Shelley, etc., aquí. Después estamos invitados a
un baile en casa de la señora Odier. Me presentan a la princesa no se qué más y a la
condesa Potocka, ambas polacas, y charlo un rato con ellas. Intento bailar con ellas
pero me duele tanto el pie que tengo que desistir. Todos empiezan a escribir su relato
de fantasmas, menos yo».
Entre la realidad y la ficción, los testimonios que han llegado hasta nosotros sobre
lo que ocurrió aquella noche omiten y falsean datos según conviene a cada narrador.
Por ejemplo, la providencial intervención de Shelley y Byron como acicates de la
imaginación de Mary no se ajusta a la verdad. Así nos lo narra la escritora en el
prólogo de Frankenstein, o el moderno Prometeo, en su edición de 1831: «Muchas y
largas fueron las conversaciones entre Lord Byron y Shelley de las cuales yo era una
devota pero casi siempre silenciosa oyente. Durante una de esas conversaciones
fueron discutidas varias doctrinas filosóficas y, entre otras, las referidas a la
naturaleza del principio de la vida y si sería posible que hubiese alguna probabilidad
de que alguna vez fuese descubierto y comunicado. Hablaron de los experimentos del
Dr. Erasmus Darwin (hablo no de lo que el doctor había hecho realmente, sino de lo
que se decía entonces que hizo), el cual fue capaz de preservar un trozo de vermicelli
en una caja de cristal hasta que, por algún medio extraordinario, este comenzó a
moverse por voluntad propia (…) Quizá un cadáver podría ser reanimado…». Por
contra, tal y como ponen de manifiesto los diarios de Polidori, el verdadero
interlocutor que tuvo Shelley en sus charlas sobre ciencia y filosofía fue el mismo
Polidori: «15 de junio / … Shelley y yo discutimos acerca de los principios de la vida,
de si el hombre debe ser considerado solo un mero instrumento». Curiosamente, en
ningún momento se menciona la presencia de Byron, y Mary hace alusión al doctor.
¿Recordaba mal el incidente o prefirió darle el mérito a Byron? —lo cual es lo más
probable—. En cualquier caso, Polidori, por su condición de médico estaba más
capacitado para hablar sobre los mecanismos orgánicos del cuerpo humano, mientras
que Shelley, tras sus experiencias universitarias en física y química, podía dedicarse a
elucubrar un futuro donde el hombre, mediante el dominio de la energía eléctrica,
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