Page 39 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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artificial en el cual se verían muchos fenómenos del hombre vivo. En un informe del
secretario de la academia se apunta que la criatura de Le Cat «tendrá respiración,
circulación, casi digestión, secreciones, bilis, corazón, pulmones, hígado y vesícula,
y, Dios nos lo perdone, todo lo que sigue. ¡Pero tendrá fiebre, se le sangrará, se le
purgará, y se parecerá demasiado a un hombre!», para concluir que poseería incluso
«la palabra misma, y la articulación de los sonidos, todo por medio de un número
infinito de grandes y pequeños resortes y de contrapesos».
Mucho más espectaculares resultaron ser los seres mecánicos ideados por Pierre
Jaquet-Droz (1721-1790). Ingeniero, mecánico, artista y músico, Jaquet-Droz, en
compañía de su hijo Henri Louis (1753-1791), ambos, como Victor Frankenstein,
nacidos en Ginebra, construyeron varios autómatas que fueron la admiración de la
aristocracia e intelectualidad europea de 1789, y los cuales todavía se conservan en el
Museo de Historia de Neuchâtel, Suiza. Sus criaturas imitaban el movimiento
humano de forma casi perfecta. Uno de ellos, «El escribiente», era un joven capaz de
redactar con pulso firme cuarenta cartas. Otro de ellos, llamado «El artista», podía
copiar cualquier dibujo original y hasta mejorarlo; y la denominada «Dama de la
música» tocaba un clavicordio presionando el teclado con los dedos de sus manos [42] .
Sin embargo, la fascinación por los autómatas de Mary Shelley provenía, sin
duda, de la admiración que su padre, William Godwin, profesaba a Alberto Magno
(1206?-1280). También llamado Doctor Unirkrsalis, filósofo y obispo dominico,
maestro de Santo Tomás de Aquino, según subrayó Godwin en su Lives of the
Necromancers, Magnus construyó, pieza a pieza, a lo largo de treinta años, un
hombre de latón que adquirió vida gracias a una conjunción cabalística de estrellas.
Tenía una gran altura y fortaleza, podía responder a cualquier pregunta y el sabio lo
utilizaba como criado. Godwin explicaba también que Santo Tomás de Aquino,
siendo pupilo de Alberto Magno, se enfureció tanto ante el imparable parloteo del
ingenio que lo redujo a piezas golpeándolo con un martillo. Entonces, según la
crónica de Godwin, se descubrió que no estaba hecho solamente de metal, sino de
huesos y carne de otros hombres. Así pues, no es extraño que en el capítulo primero
de Frankenstein, o el moderno Prometeo, Victor Frankenstein adquiera y lea con
fruición las obras de Alberto Magno, autodefiniéndose luego como discípulo suyo.
Los hechizos de la leyenda
«… La interpretación romántica de la Antigüedad es revolucionaria. Al ahondar en la
épica homérica, en la gran lírica desde Arquíloco a Píndaro y, especialmente, en la
tragedia ática, los románticos descubren toda la compleja tragicidad de aquel espíritu.
Junto al orden, a la claridad, a la tranquila grandeza, el Romanticismo halla en el arte
helénico la asimetría, la oscuridad, la desbordada convulsión (…) La belleza del día y
la sublimidad de la noche se alimentan mutuamente. Apolo y Dionisio luchan y se
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