Page 37 - Frankenstein, o el moderno Prometeo
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(1493-1541), más conocido simplemente por Paracelso, el cual, como el propio
Victor Frankenstein, nació en Suiza, más concretamente en Einsiedeln, cerca de un
lugar llamado Teufelbücke, que significa, muy apropiadamente, «El Puente del
Diablo». Paracelso adquirió gran reputación al aplicar la quiromancia, el espiritismo,
la alquimia y la astrología a la medicina. Inexplicablemente, se le atribuye el poder de
curar la sífilis, la tuberculosis y la epilepsia, ganándose así el respeto y la admiración
de personalidades tan dispares como Loenz Fries, el duque arzobispo de Baviera,
Ambrosio Paré, Giordano Bruno y Goethe. Aislado en algún lugar de Transilvania,
experimentó la creación de un arcanun sanguinis hominis, es decir, de homúnculos:
hombre de diminuta estatura, incubado en una vasija de cristal y alimentado por un
preparado especial de sangre humana y otros elementos.
Años después de su muerte, otros ocultistas, como el Barón Riedesel de Hesse, el
Dr. David Christianus, Christian Rosenkreuz o el conde Johann Ferdinand von
Kueffstein desarrollaron sus particulares fórmulas para la creación de homúnculos:
destilando sangre y huesos de seres humanos; metales preciosos y minerales, esperma
y orina, hongos y raíces silvestres. Más allá de todo ello, hallamos a Heinrich
Cornelius Agrippa von Nettesheim (1486?-1535), otro de los puntos de referencia de
Victor Frankenstein en la novela, y autor de De Occulta Philosophia [Filosofía de lo
oculto] (1529). Astrólogo y médico, su fama proviene de un tratado acerca de la
creación de un hombre artificial a partir de la mandrágora, cuyas raíces tienen un
extraordinario parecido con la fisonomía humana. Según Agrippa, la mandrágora
producida por el semen de un inocente ahorcado, y desenterrada un viernes antes del
alba por un perro negro, después de limpiarse con leche y miel, daba como resultado
el homúnculo. De todas estas fuentes esotéricas, las cartas y diarios íntimos de Mary
Shelley demuestran que estaba muy interesada por los Rosacruces [38] , quienes se
enorgullecían de poseer la piedra filosofal, el arte de transmutar metales y el elixir de
la vida.
No obstante, cabe considerar a Mary Shelley como una absoluta pionera de lo que
podríamos denominar «materialismo gótico». La idea de Mary Shelley no era sugerir
presencias intangibles, horrores provenientes del más allá, sino de «los misteriosos
temores de nuestra propia naturaleza», destruyendo los límites del mismo intelecto,
asomándonos a mundos apenas imaginados. De este modo, uno de los preceptores del
joven Victor Frankenstein, el Dr. Waldman [39] , en el 2.º capítulo del primer volumen
de Frankenstein, o el moderno Prometeo, expone: «Los antiguos profesores de esta
ciencia prometieron imposibles y no lograron nada. Los modernos maestros prometen
muy poco; saben que no pueden transmutarse los metales, y que el elixir de la vida es
una quimera. Pero estos filósofos cuyas manos parecen estar hechas para chapotear
en el barro, y sus ojos para escrutar el microscopio y el crisol, han realizado efectivos
milagros. Penetran en las reconditeces de la naturaleza y muestran cómo actúa esta en
lo más oculto. Ascienden a los cielos; han descubierto la circulación de la sangre, y la
naturaleza del aire que respiramos. Han alcanzado nuevos y casi ilimitados poderes;
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