Page 21 - Memmoria 2015 11-24_Neat
P. 21
Loza: “Es casi como alguna gente ha dicho, que lo que se desarrolló desde los treinta en adelante,
digamos los cuarenta, fue una escuela de música grandemente basada en los viejos maestros
cubanos…”. Y Tito consiente: “Bueno, nosotros crecimos en ese ambiente. Y amamos esa música de
todos modos. Estábamos metidos en ella y crecimos con esos gigantes (“heavies”) alrededor nuestro –
Arsenio y todos los grandes – y acostumbrábamos a escuchar todos sus discos. Eso es muy importante.
Escuchábamos todos los discos que venían de Cuba, y los usábamos para desarrollar nuestro estilo”.
Estos comentarios dejan claro la hegemonía de la música cubana, y que los músicos de Puerto Rico la
sentían como propia. Rafael Hernández, después de la guerra, consigue empleo en Cuba, donde
permanece por cinco anos. A su regreso forma el Trío Borinquen y su versatilidad le permite dominar la
música cubana. También Pedro Flores viaja a Cuba y luego incluye los géneros cubanos en sus
composiciones. La similitud de géneros en las dos islas ha llevado a especialistas como el compositor y
teórico Argeliers León a hablar del “complejo del son” como un fenómeno caribeño en el que se incluye
la plena. Rafael, compositor muy prolífico, conocido por su “Lamento Borinqueño”, intervino en esta
influencia cubana con numerosos boleros y sones que tocó con su Orquesta Antillana.
Toda esta fuerza cambió el paisaje musical de New York y hasta el físico, pues clubes y teatros
adquirieron nombres hispanos. Con la ayuda de la radio y el cine, y mejores equipos reproductores, la
expansión de la música cubana era indetenible. Si las décadas anteriores habían dejado las huellas de la
habanera, el danzón o el tango en el nacimiento del ragtime, la música sincopada, el blues y el jazz,
ahora se trataba de un violento cambio que requería entender la base misma de nuestra música. Se
iniciaba una decisiva batalla por el predominio de las influencias culturales. Pero, ¿quién influía a quién?
Interacciones e Influencias
Lo cierto es que algunas grabaciones y la visión de nuestros países en el cine no dejaban buena
impresión. El propio Xavier Cugat reveló después su opinión: “Los americanos no saben nada de la
música latina. Ni la entienden ni la sienten. De modo que hay que darles música para los ojos más que
para los oídos”. “Para tener éxito en América les di a los americanos una música latina que no tenía nada
auténtico. Luego comencé a cambiarla y a tocar más legítimamente.” (Citado por Storm Roberts, página
87). También Madriguera usaba un estilo internacional, a veces cercano a la samba, otras a la conga
cubana, como en su “Carioca” de 1934. Pero de igual año es “El baile del tornillo”, un verdadero son que
puede bailarse al estilo oriental. En cambio, tenemos en la mencionada película “Cuban Love Song” a
Lupe Vélez, mexicana, vendiendo maní junto a un burro, doblada la voz por la soprano cubana Carmen
Burguette. Y a Carmen Miranda, brasileña, en una película titulada “Down Argentine Way” con su eterno
sombrero de frutas, cantando “Chico, Chico from Puerto Rico” en la cual la música pasa por conga, y los
bailadores, con sombreros de todo tipo, hasta mexicanos, ejecutan pasillos de samba. En el cine, al
menos, nos sentimos inclinados a darle la razón a Cugat.
Todavía en “Havana Widows” (1933), en la cual la estrella era Joan Blondell, dos mujeres buscadoras de
fortuna (“Goldiggers”) viajan a Cuba a pescar millonarios (turistas, claro) nada menos que en el
momento en que la capital de la isla explotaba contra la dictadura machadista. Desde que se emitiera la
“Ley Seca” se había promovido a Cuba como un “paraíso” de la diversión. Es ese el tema de la canción
“See You In C‐U‐B‐A” de Billy Murray de los años veinte. Tanto en los “rugientes veinte” como ahora en
los “rumberos treinta” viajar a Cuba conllevaba esa intención de recuperar legalmente las libaciones
perdidas. Mary Pickford tuvo el “honor” de que su cocktail preferido fuese bautizado con su nombre y
ahora Blondell lograba lo mismo en el Sloppy Joe’s Bar. Otro tanto consiguió Ernest Hemingway en 1932
con sus “crudas” en El Floridita bar, donde usted puede todavía hoy pedir un “Papa Doc”. ¿Nos
explicamos ahora el título de la película “Havana Cocktail”?
Siguieron “Bolero” en 1934 con los taquilleros George Raft y Carole Lombard, y “Rumba”, 1935. Los
empresarios de casas de discos, clubes y salones de bailes empezaron a perseguir la música cubana
como una mercancía caliente que había que vender, pura o mezclada antes de que se enfriara. El
producto final debía tener buena presencia y ya. Tal como hacía Cugat. Es lo que críticos y estudiosos
21