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En una de sus rondas, Clarence tiene que haber escuchado tocar algo especial a Socarrás, pues en 1927
todavía estaba con Sigler. En los años treinta su orquesta alternaba con las locales, escribe Sublette, y
“era, según se cuenta” (no dice por quien) “una de las mejores”. De otro modo, Clarence Williams, con
su conocimiento, madurez musical y, sobre todo, el rigor para conducir los negocios (Armstrong, por
ejemplo, no resiste mucho tiempo los cánones fijos de Williams y prefiere mudarse a Chicago) no habría
puesto a Socarrás a tocar junto a Bechet, Armstrong, Fats Waller y James P. Johnson. De estos contactos
surgieron grabaciones increíbles con la orquesta de Williams “The Five Blue”, o acompañando a las
cantantes de blues Alberta Hunter, Lucille Hegamin, Sara Martin (quien visita Cuba y Puerto Rico), Hazel
Meyers, Ana Jones, Bessie Smith y Eva Taylor.
Harlem se benefició con la presencia de músicos provenientes del sur y el centro, así como de Chicago.
Al mismo tiempo, estos músicos intercambiaron ideas y estilos, e integraron y dieron unidad nacional al
jazz, dentro de las diferentes denominaciones como Dixieland o “nuevo jazz”. Tenía que ocurrir así si
usted repasa el catálogo de grabaciones y encuentra a King Oliver y sus Dixie Syncopators (persistencia
del nombre) que incluían a Lorenzo Tio, junto a Clarence Williams acompañando a Eva Taylor en “Ghost
of the Blues”, luego a Clarence y Oliver con Socarrás tras la voz de Lizzie Miles en “You’re Such A Cruel
Papa”, y a Socarrás con Clarence, Red Allen y James P. en “Breeze”.
Además de la creciente influencia de la radio y el cine, es necesario referirse al papel jugado por teatros
y clubes en la combinación de talentos y géneros. Tomemos dos de ellos como un botón de muestra.
El “Cotton Club”, abierto con otro nombre en Harlem (calle 142 y Lennox Avenue) en 1920 por el
campeón mundial Jack Johnson, había pasado a manos del gánster Owney Madden, contrabandista de
licores, quien lo mudó al downtown y estableció una política de “sólo blancos”. Sin embargo, dejó a
Johnson como manager y aceptó que los músicos negros pudiesen presentarse. De ese modo, la mayor
parte de las veces había una orquesta o un cantante negro en escena. ¿Pero quiénes actuaban en el
Cotton Club y qué números interpretaban? La primera banda en hacerlo fue la de Fletcher Henderson,
clave en el surgimiento del swing, luego se estableció allí Duke Ellington y, tras él, Cab Calloway. Las
canciones y piezas de “Shuffle Along” de Blake y Sissle eran favoritas de los asistentes y, en 1928 lo
fueron las de “Blackbirds of 1928”, revista en la que intervino Socarrás y de la que participó en la
grabación con la cantante Lizzie Miles. Ya hemos visto la relación de estos hombres con los seguidores
de la música sincopada, y Cab, en particular, será compañero de banda de Socarrás en la orquesta de
Sam Wooding, la misma que inaugura el Apollo Theater acompañando a Adelaide Hall, cuando la sala de
Minsky cambia de nombre y de dueño en 1934. Ese mismo año se establece como banda de casa en el
Cotton Club la de Jimmie Lunceford. Este músico de la región del Mississippi había obtenido una plaza
de instructor en Memphis, Tennessee donde formó los Chickasaw Syncopators. Volvemos a mencionar
la unidad en la diversidad, y agregamos que la síncopa era el factor común de ellas. En 1930, cuando
hace su primera grabación, le cambia el nombre por el de Jimmie Lunceford’s Orchestra y comienza una
gira antes de establecerse en el Cotton Club en 1934. Su orquesta usaba el sincopado en una forma
especial que nos hace prever, aunque la instrumentación y el desplazamiento de los tiempos no son
exactamente iguales, el futuro “beat” del mambo y el twist. Se da crédito a su trompetista Sy Oliver
(luego director de orquesta) por esta característica que era vista como el relegar el ritmo de cuatro
compases y dar preferencia al de dos, “two‐beat rhythm” o “estilo de Lunceford” que ya se inscribe en el
inicio de la era del “Swing”. En Harlem, en medio de la oleada de boleros y sones, Lunceford encontró
rápidamente espacio y estilos afines que le dan un papel importante en esta fusión.
Más influyente en nuestra historia, por ser un salón de baile, el “Savoy Ballroom” era el mayor, más
elegante y espectacular de todos los salones de Harlem. Las orquestas que allí tocaban tenían el
privilegio de encabezar las listas de piezas bailables más solicitadas. Por él pasaron Fletcher Henderson,
Louis Armstrong y, más tarde, Count Basie. Sin embargo, reinando en toda la década de los treinta, y
ganadora de todas las “batallas de las bandas” que allí se desarrollaron desde que fuera retada por la
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