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han llamado “exotismo”. Sublette, sin embargo, elogia el profesionalismo y la calidad de los músicos de
Cugat y Storm Roberts su híbrido “Las Palmeras” por su “fuerte ejecución en el bongó, el sonido de
bolero de la guitarra acústica, el atractivo dúo vocal femenino, y el montuno que incluía un buen solo de
trompeta al estilo de los septetos”. De modo que el exotismo también jugó un papel positivo al colocar
la conga, el son y el bolero en el gusto popular.
Los músicos cubanos en la isla y fuera de ella eran ellos mismos un producto sincrético de esta
globalización temprana. El contacto con Europa (principalmente a través de París) y Estados Unidos es
apreciable en las estructuras composicionales, en el intercambio de artistas, y en los géneros musicales.
El bolero “Aquellos ojos verdes” compuesto y grabado por Nilo Menéndez (con letra del tenor Alfonso
Utrera) marca, al decir de Rosendo Ruiz, una nueva era para el bolero cubano, al expandir su armonía e
incluir novenas, séptimas mayores y sextas del impresionismo francés. Sublette cita el testimonio de
Cugat en el cual afirma que Nilo sentó las bases para el luego exitoso “Begin” de Cole Porter, otro
compositor que vivía entre Francia y Estados Unidos. También los jazzistas americanos usaban y
elaboraban frases tomadas del impresionismo francés, aún sin saberlo, como confiesan en la película
“New Orleans”. Josephine Baker y Adelaide Hall, cuyas carreras habían sido lanzadas en el musical
“Shuffle Along” de nuestros conocidos Sissle y Blake, alternaban entre Europa y USA antes de fijar
residencia en París ambas, y en Londres más tarde Adelaide. Josephine fue más allá del ragtime y el jazz.
Desde 1932, Eliseo Grenet había llegado a la capital francesa, y se encontraba trabajando con su
hermano Ernesto y con Julio Cueva, cuando en 1934 le llaman para componer la pieza titular de la
película “La Princesa Tam Tam” del realizador Albert Préjean, en la cual la Baker interpreta el papel
protagónico y la conga del título. Convertida a la “rumba”, Josephine realizó grabaciones con los
Lecuona Cuban Boys, incluyendo “La Rumba de Blicoti” cantada en francés, pero con las alegres frases
de “¡Vamos muchachos!” secundada por el coro. Lecuona mismo compone “Rumba Azul”, obviamente
una alusión a “Rhapsody In Blue”, lo cual sugiere en un segmento de los vientos. Madriguera también
lleva la nueva corriente musical europea a Cuba al dirigir la Orquesta Filarmónica. De modo que
podemos preguntar de nuevo quién influía a quién.
Si volvemos la vista en dirección contraria, vemos que el creador de “El Manisero”, el símbolo de la
influencia cubana, Moisés Simons, dirigía una ¡Jazz Band! en Cuba. Hasta Eliseo Grenet, superando su
descripción sobre las “estridencias” del Jazz, forma su jazz band en la isla. No era solamente Caturla. De
todos modos, tomamos con cautela algunas clasificaciones, pues Don Aspiazú, por ejemplo, grabó en
1930 un número de Grenet que aparece en los catálogos como “True Love, fox‐trot” y, cuando lo
escuchamos, es en realidad un son cantado en español en las voces (seguimos la descripción del
“78RPM original”) de Antonio Machín y Daniel Sánchez (portorriqueño) que nada se diferencian de las
del Trío Matamoros. ¿Reafirmación de que el fox‐trot tenía el ritmo basado en lo cubano?
Interacciones que evolucionaron a influencias superficiales y luego más profundas ocurrieron antes y se
multiplicaron después de “El Manisero”. Un ejemplo extraordinario es la famosa actriz de cine silente
Marion Sunshine. Con más de 50 películas en su haber, y una segunda carrera en vaudeville, Marion ya
había incursionado en la composición musical. Ahora, al llegar la “rumba”, se ve implicada doblemente.
Primero, se casa con Eusebio (“Don Antobal”) el hermano de Don Aspiazú, y segundo, se convierte en la
propagadora fundamental de “El Manisero”, actuando como la vendedora, cantando y bailando en la
gira de la orquesta a lo largo de los Estados Unidos. Por más de dos décadas, la ahora llamada “Rumba
Lady” (según Storm Roberts fue el director de orquesta Chick Web quien la bautizó) continúa su tercera
carrera y la toma muy en serio, pues se afilia a la ASCAP en 1933 y estampa su nombre en
composiciones de sabor cubano, o en traducciones de ellas, entre otras, “Havana’s Calling Me” (“La
Habana Me Está Llamando”), “Cuban Lullaby” (“Canción de Cuna Cubana”), “The Cuban In Me” (“La
Cubana En Mí”), “Los Timbales”, “Rumba Be‐Bop”, “Mambo in F”, “Mango Mangüé” (de Gilberto
Valdés), y algunas con letra en inglés donde se aprecia el oficio adquirido desde su no muy feliz
traducción de “El Manisero”, esencialmente “When I Get Low I Get High”. Marion, tomando donde
Antonio Machín había dejado, se adelantó a los numerosos seguidores del manisero, incluyendo al
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