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                legio Nacional de Trelew. Se evitarían así impedimentos, trastornos y el costo
                en dinero, aproximadamente trescientos pesos moneda nacional por alumno,
                que hacía muy selectiva la posibilidad de rendir los exámenes.

                      Como  pedido  especial  y  directo  al  Ministro  de  Instrucción  Pública,  la
                Municipalidad solicitaba, mientras durase el trámite completo, “la incorpora-

                ción en principio de los tres primeros años de estudios secundarios, lo que
                constituiría no solo un aliciente, sino una seguridad más para los alumnos
                que concurren a dicho establecimiento”.

                      El 12 de octubre de 1941 los alumnos primarios, secundarios y especiales
                entregaron al director una hermosa bandera argentina donada por sus padres.
                “Realizada en preciosa seda y bordada en oro, constituirá una reliquia de
                esa casa de estudios” decía la crónica de El Rivadavia, y fue verdad: aún me

                acompaña. El primer abanderado fue Juan Campelo.

                      Daniel había solicitado y finalmente obtuvo su Carta de Ciudadanía Ar-
                gentina el 21 de noviembre de 1941, otorgada por el Juzgado Federal de Raw-
                son.

                      La Academia Minerva nació como escuela argentina y su director fue ar-
                gentino, aunque  ese renunciamiento a  la ciudadanía  española fuera trascen-

                dental, no tenía otra opción para ejercer la pedagogía en Argentina. A partir de
                entonces siguió siendo todo lo que había sido, y con el tiempo recuperó la paz
                de espíritu. La nueva ciudadanía le amplió horizontes vitales que sólo cono-
                cieron una barrera: el uso correcto, preciso y bello del idioma castellano. Ade-
                más de cierta intransigencia para con las modificaciones, aún las establecidas
                por la Real Academia Española. Que entonces no eran tantas.


                      Sobre el fin de ese año pensó en materializar algunos de sus ideales. Clo-
                tilde indicó la cantidad de becas posible en ese momento. Ella, además de ma-
                nejar la administración, pagaba los sueldos, determinaba el monto y cobraba
                las moderadas cuotas, y vivía haciendo equilibrio hasta que reunía el dinero
                para hacer el pedido básico de alimentos para su hogar. Casa compartida con
                la escuela, fondos familiares compartidos con la escuela.

                      La Academia ofreció dos becas al Comisionado Municipal de Como-

                doro, César Stafforini y otras dos al Administrador de YPF, Roberto Ra-
                ventos. Puso como condiciones que los beneficiados fueran de ambos se-
                xos, argentinos,  no  mayores  de  catorce  años,  que  no  hubieran repetido
                grados, y que los ingresos en sus hogares no sobrepasaran la cantidad de
                doscientos cincuenta pesos moneda nacional.





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