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                en bodegas especiales, aunque su polvillo se filtraba por los ojos de buey de los

                camarotes.
                     El 3 de abril llegaron a Río de Janeiro. Los salvoconductos de Daniel y de

                Clotildita emitidos por la Legación Española en Tánger indicaban permiso de
                viaje con destino acotado: Buenos Aires. Clotilde, ciudadana argentina, pudo
                descender a voluntad  y lo hizo por un par de horas. Los dos días siguientes
                transcurrieron en relativa serenidad envuelta en carbonilla.

                    EN ARGENTINA

                     El 8 de abril de 1937 desembarcaron en Buenos Aires. Papá como exiliado
                de la República Española; mamá regresaba a su patria tras once años que siem-

                pre recordó con amor pero se adaptó muy pronto, como siempre, a lo que le to-
                caba. Ninguno de los dos volvería jamás a España.

                En Migraciones Daniel Candel López fue inscripto en el Registro Especial de
                Extranjeros  con  carácter  de  residente  permanente  y  la  siguiente  filiación:  31
                años, español nacido en Chinchilla, casado, profesor, de religión católica. Se le
                extendió también un  certificado  a  efectos  de  ser presentado  para  trámites de

                ciudadanía.  El  aval  económico  de  su  suegro  fue  decisivo  para  su  ingreso  al
                país. Él no tenía nada material.

                     Clemente  Quirós  había  al-
                quilado  un  departamento  más
                amplio para vivir todos juntos en
                el  primer  piso  de  Alsina  2596,

                esquina  Saavedra.  Le  consiguió
                trabajo a su yerno como corredor
                en  las  Perfumerías  Camauer,
                donde él tenía ya tareas de orga-
                nización  y  control.  Proveía  casa

                y comida. Y una cuna extensible:
                tenía la secreta esperanza de que
                su nieta creciera en ese lugar.

                     Daniel  trabajaba  hasta  las
                seis  de  la tarde  recorriendo per-
                fumerías  y  tomando  pedidos  de

                artículos de tocador. Nunca logró
                llevarse  bien  con  su  suegro,  las
                diferencias eran insalvables. Sos-
                tuvieron  una  relación  ficticia  y


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