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                escribió Daniel ya incorporado como profesor de uno de los cuatro cursos de

                varones, separados de las niñas al estilo de la época. En este Grupo Escolar, co-
                mo lo había sido en los Pósitos, la prohibición de castigos a los alumnos era
                terminante, aconsejándose en cambio todas las palabras persuasivas que des-
                pertaran el cariño y la confianza en el maestro. Siempre que pudo, mi padre tra-
                bajó con niños que necesitaran no sólo educación integral, sino también conten-
                ción y ayuda.


                     El día de Reyes de 1937 en el Hospital de las Hermanas Misioneras de la
                Caridad nació Clotildita. Todavía confiando en una pronta resolución del con-
                flicto armado, Daniel la inscribió solamente en la Legación Española, sin utili-
                zar la ventaja del pasaporte argentino  de la mamá.

                     Unos días después disertó en la Casa de España en Tánger acerca de los
                que él consideraba derechos inalienables de los niños. Todavía eran notas en

                borrador sobre temas que tiempo después desarrollaría en un libro. Su proyecto
                de educación integral de la niñez.

                     Fiel a su estilo, Clemente, el suegro de Daniel, una vez que supo que ha-
                bían sobrevivido, que la niña había nacido con salud, y que tenía dónde encon-
                trarlos para ejercer presión, comenzó su campaña para traerlos a Buenos Aires.
                Giró dinero, a través de un banco internacional, sólo aplicable a la compra de
                pasajes en la Compañía Marítima Chargeurs Réunis con oficina en Casablanca.

                En febrero Clotilde lo llamó para pedirle un tiempo de reflexión y aclararle que
                aunque el dinero fuera suyo, serían ella y su esposo quienes decidirían el des-
                tino  de  esos  pasa-
                jes,  que  en  princi-
                pio  pensaron  hacia

                Méjico.     Muchos
                compañeros,  ami-
                gos  e  intelectuales
                españoles  con  los

                que  Daniel  tenía
                trato  fluido,  ya  es-
                taban allí.



                     El 20 de marzo, en su segundo aniversario de casados, la presión económi-
                ca de Clemente se materializó. La pequeña familia no tuvo elección: se trasladó
                a Casablanca y embarcó en el “Kerguelen”, transporte de pasajeros y corres-
                pondencia cuyas diez mil toneladas se alimentaban a carbón, que almacenaba



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