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La vida social que llevaron fue simple y activa. Paseos, visitas, idas al cine,
picnics en el parque de Astra, y la ayuda en la lenta construcción de “La Caso-
na”, en Rada Tilly. Especie de cooperativa de cuatro familias que luego quedó
reducida a tres, como siempre por imposibilidad económica de Daniel. Eso no
impidió que siguiera acudiendo, colaborando y disfrutando de aquella mítica
y pequeña casa y de sus amigos de la primera hora, y de muchos más que le
abrieron las puertas de sus hogares establecidos en Comodoro desde tiempo
atrás.
También recibió a
lo largo del tiempo
la visita de varios
republicanos espa-
ñoles que llegaban
al pueblo por moti-
vos laborales, o
simplemente de re-
encuentro. El pro-
fesor Fernando Ba-
rranco, el excapitán
de caballería y pi-
loto aviador Fer-
nando Beneito, el
profesor Emilio
Mira y López, médico psiquiatra y psicólogo, y otras personas cuyos nombres
no recuerdo. La visita de los sábados al mediodía del querido amigo profesor
Faustino Peña, coincidía con la preparación de un puchero completo a la espa-
ñola, bajo su cuidado y dirección.
Para la época de mi nacimiento, agosto de 1945, ya estaba incorporado cuarto
año de bachillerato; el quinto nunca llegó a estarlo. Por algunos inconvenien-
tes en la salud de Daniel, durante 1946 se quedó con el puesto de vicedirector.
La dirección la ejercía su mano derecha, la profesora en letras y maestra nor-
mal nacional señora Paula Gail de Kruglicoff.
En abril de 1947 finalmente se creó el Colegio Nacional y Comercial de
Comodoro Rivadavia bajo la rectoría del Ing. Juan Antonio Rolando. El sueño
de Daniel, acérrimo defensor de la educación pública, había sido que su Aca-
demia Minerva dejara de ser privada, se convirtiera en Colegio Nacional, y
pasara a manos del Estado. No fue así.
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