Page 28 - AL FINAL
P. 28
28
chos y aulas. Presencié esa dedicación durante las tardes en que acompañaba a
mi padre, empeñado en ayudar. En septiembre de ese año, el profesor Fernán-
dez Martínez le agradeció, mediante una nota oficial, la donación de material
didáctico: mapas, plásticos anatómicos y de biología en general además de vi-
trinas, escritorios y estanterías que habían pertenecido a la Academia.
Conocedores de la falta de vivienda propia de la familia, dos de los primeros
alumnos de la Academia, ya por entonces ingenieros Hernando Crespo y De-
metrio Gete, les propusieron a Daniel y a Clotilde que compraran con crédito
bancario un terreno en uno de los barrios nuevos de La Loma. Ellos ofrecían
hacerse cargo de la adquisición de materiales y de la construcción de una casa.
Recuerdo el entusiasmo de Clotilde y los planos desplegados sobre la mesa
grande de la cocina, explicados hasta en el mínimo detalle. No hubo manera de
convencerlo. Mi madre y yo nunca pudimos entender esa negativa. Mi her-
mano era muy pequeño.
Ella, casi en ese mismo
tiempo, tuvo una gran ale-
gría personal gracias al ma-
trimonio Capdevila. Carlos y
María Rosa viajaron en lu-
na de miel a España. En Al-
geciras visitaron a algunos
de nuestros familiares que
habían conservado lo que se
pudo rescatar, antes de ser
allanado, de aquel primer
piso que alquilaban mis pa-
dres cuando estalló la Gue-
rra. Con enorme generosi-
dad, trajeron parte de juegos
de sábanas de hilo bordados
a mano por mi madre, algu-
nos cubiertos de plata grabados en recuerdo de la boda de 1935, y dos tomos
de poesía de José María Gabriel y Galán, libro que añoraba Daniel pues se lo
había regalado muy tempranamente uno de sus hermanos. Nunca hubo mejor
regalo para ellos que haber recuperado algo de su primer hogar.
En junio de 1957 definió su posición ante la inminente creación de dos
Institutos Universitarios en Comodoro mediante un artículo que publicó El
Rivadavia. Su cuestionamiento fundamental era, precisamente, sobre la sus-
28