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A partir de entonces, la planta alta del edificio de San Martín 648 conti-
nuó siendo la casa familiar. La planta baja albergó por un breve tiempo a la
Universidad Popular de la Patagonia sobre la que no tengo mayor información,
excepto que, dentro del marco de sus actividades, Clotilde Quirós de Candel
organizó, con autoridades sanitarias, una Escuela de Enfermeras Samaritanas
dirigida por el doctor Andino Cayelli. Ella misma tomó los cursos y egresó
junto a un grupo de jóvenes mujeres.
Una vez que el alquiler de la vivienda del primer piso quedó separado de
los fines comerciales de la planta baja, posteriores a la breve existencia de la
Universidad, esa erogación se convirtió en una dificultad a superar mes tras
mes. La economía familiar siempre fue magra y eso fue más evidente cuando
el sueldo del Colegio Nacional se constituyó en único ingreso.
Pese a ello, decidieron tomar un primer descanso en familia.
A fines de ese 1951, viajaron a la Cordillera de los Andes, que Daniel ya cono-
cía por invitación de amigos republicanos radicados en la zona. Audaces y va-
lerosos viajaron por tierra, con dos niños muy pequeños, en transporte público,
a Futalaufquen, cerca de Esquel. Después se adentraron en un lugar precioso
que entonces conocían muy pocos: el valle de El Bolsón. Aquel paisaje le dio
un nuevo sentido a la vida de mi padre y volvió a él siempre que pudo. Hubo
que generar recursos para pagar el alojamiento en años sucesivos. Daniel pidió
y consiguió en préstamo, durante algunas horas diarias, el salón de la Sociedad
Española de Socorros Mutuos de El Bolsón: daría clases particulares sin con-
flictos. Los alumnos, hijos de pobladores, cursaban en Bariloche, Neuquén o
La Plata. Enseñaba de mañana y cabalgaba, nadaba o subía cerros de tarde.
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